La zarzaparrilla (Smilax aspera) es una bonita enredadera de la familia de las Smilacáceas, que suele aparecer totalmente enredada en árboles y arbustos mediterráneos. Sus hojas son acorazonadas, y suelen presentar unas bonitas marcas blancas por el haz, y sus tallos son finos pero muy resistentes, tanto como para soportar el peso de una persona, o como para detener el avance de cualquier animal grande. Estos tallos además están cubiertos de espinas, lo que dificulta mucho caminar por los bosques y matorraledas donde crece esta especie.
No es casual que al oír el nombre de “zarzaparrilla” nos venga a la memoria las antiguas películas del oeste, pues en muchas escenas de estas películas el barman servía a los niños una bebida llamada así. Esta zarzaparrilla era ciertamente una especie de jarabe que se extrae de varias plantas del mismo nombre, pero no se trata exactamente de la zarzaparrilla del Mediterráneo, Smilax aspera, sino de dos plantas americanas muy cercanas a ella, Smilax aristolochiifolia y Smilax moranensis. Estas zarzaparrillas americanas se hicieron muy célebres como tónico y como medicina contra la sífilis, enfermedad que causó estragos en su día en dicho continente. La receta de la elaboración del jarabe proviene de España, y su sabor y color recuerda mucho al de los refrescos de cola; de hecho fueron los que inspiraron la creación de dicho refresco. A pesar de producir abundantes frutos, que cuelgan de la planta como pequeños racimos de uvas (su nombre es una combinación de “zarza” y “parra” pequeña), el tónico que ha hecho célebre a esta planta se extrae de su rizoma.
En España los principios activos de la zarzaparrilla local no son tan potentes como los de sus parientes del continente americano, pero es consumida desde antiguo por sus efectos diuréticos y para favorecer la sudoración.
En el norte de África, sin embargo, tiene fama de combatir el veneno de las picaduras de serpiente, tan habituales en la antigüedad en esta zona. La poción que se le daba al afectado era una mezcla de diversas plantas que incluía hojas o frutos machacados de esta planta.
En las zonas rurales, cuando las zarzaparrillas dificultan el paso por los senderos, se suele recurrir al fuego para controlar su crecimiento o erradicarlas, por lo que son pocos los rincones naturales de nuestro entorno donde aún se puede observar a estas plantas trepando por árboles y arbustos y cubriéndolos con sus hojas. Cuando esto ocurre las zarzaparrillas dan al paisaje un aspecto selvático, que revela un buen estado de conservación. En consecuencia estos paisajes coinciden con los lugares mejor conservados de la Guelaya, destacando entre ellos los Morabos o lugares santos del Rif. La tradición prohíbe talar o pastorear en estas zonas, lo que las convierte en pequeñas islas de vegetación que además de conservar muchas de las especies que escasean o han desaparecido de las áridas llanuras sobrepastoreadas, también conservar aspectos del paisaje ancestral, como el de árboles, arbustos y zarzaparrillas unidos en perfecta comunión.
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