Hacía un año y medio que Melilla no sufría un intento de salto a través de la valla fronteriza y la noche del pasado lunes ocurrió: alrededor de un centenar de marroquíes quiso utilizar el paso de Barrio Chino para entrar en la ciudad de manera ilegal. Algunas fuentes han asegurado que se trataba de gente muy joven, que incluso podrían ser menores de edad.
El caso es que el intento de salto fue frustrado por las fuerzas de seguridad marroquíes, tal y como informó la Delegación del Gobierno de manera oficial alrededor de las once de la noche. No se conoce con qué contundencia actuó la policía del vecino país del sur pero lo que sí se sabe con certeza es que se oyeron numerosas detonaciones, muy posiblemente derivada del uso de material antidisturbios para abortar la operación de salto a la valla.
Durante toda la noche la Guardia Civil permaneció en alerta ante la posibilidad de que se pudiera repetir el episodio. Varios coches y decenas de agentes estuvieron en el perímetro fronterizo pero afortunadamente no sucedió nada significativo. Por ahora parece que las aguas han vuelto a su cauces.
La pregunta es ¿durante cuánto tiempo se podrán contener esos intentos de saltos a Melilla? Y aquí la cosa ya no está muy clara. En principio se podría decir que se controlarán mientras a Marruecos no le haga falta dinero español o europeo, o no le interese apretar más las tuercas a aquellos que se consideran sus socios privilegiados pese a las serias dudas sobre la fiabilidad de los acuerdos que pactan las partes.
Lo curioso de este episodio de presión migratoria sobre Melilla después de año y medio desde el último salto es que lo protagonizaron marroquíes (en general, magrebíes) y no subsaharianos, como suele ser habitual. Lo que se ha visto hasta ahora en la ciudad es la llegada de personas procedentes de los países africanos más al sur, como Sudán. Que sean de aquí al lado es lo llamativo y pone el acento en la posibilidad de que se trate de una llamada de atención a las autoridades españolas dejándoles claro que, cuando quieran, pueden lograrlo.
Por personas procedentes del entorno marroquí más inmediato se sabe que los residentes en las zonas cercanas a Melilla lo están pasando realmente mal, que no hay trabajo ni dinero que llevar a los hogares, sin contar con la inflación, que también se deja ver más allá de la frontera. Es evidente que la ciudad no está bien económicamente desde que cerró la frontera y no funciona la aduana comercial, pero es que esos marroquíes tampoco lo pasan mejor que aquí sino al contrario.
En la provincia cercana miles de personas vivían del comercio con Melilla y finiquitado éste por la decisión de Marruecos de no permitir siquiera el régimen de viajeros, se acabó con el medio de vida que tenían. Por eso no es de extrañar que los jóvenes busquen un futuro mejor, sabedores de que su país no les ofrece oportunidades que sí esperan encontrar más allá de la frontera.
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