La consejera de Bienestar Social, María Antonia Garbín, continúa sin oír las alarmas que suenan en el centro de La Purísima
; sigue sin escuchar las voces de quienes advierten de que la situación puede estallar “ya mismo”. Así lo aseguran hoy en El Faro responsables de esas instalaciones, donde está acogido un número de menores extranjeros no acompañados (menas) muy superior a la capacidad máxima del centro. Hace un mes, el 31 de diciembre de 2014, se produjo una revuelta, motín, levantamiento o sublevación violenta muy similar a la registrada el pasado viernes. Semanas antes, El Faro había denunciado cómo los menas se escapaban de La Purísima trepando sus muros y corriendo por encima de ellos hasta alcanzar la calle.
Ante esta sucesión de hechos la consejera de Bienestar Social ha demostrado una capacidad de reacción tan nula como preocupante. En unos casos, su único interés ha sido descubrir la identidad de la persona que facilitó a El Faro las imágenes de las fugas de los menas. Y en otros, su única respuesta ante graves incidentes como los del último día de 2014 ha sido el silencio. Sin embargo, como se ha podido comprobar este viernes, ninguna de las esas dos ‘soluciones’ ha conseguido paliar el grave problema de La Purísima.
Tampoco ha servido de nada que María Antonia Garbín señalara alternativamente hacia Madrid o Rabat. La consejera le reclama a nuestro Gobierno un cambio en la Ley del Menor y al Ejecutivo del país vecino le exige la aplicación del Convenio de Readmisión firmado entre España y Marruecos. Sin embargo, Garbín sabe que ambas peticiones no son más que un brindis al Sol que, lejos de aportar alguna solución real, únicamente sirven para justificar que la Consejería de Bienestar Social continúe de brazos cruzados.
Las cosas serían muy distintas si en el sillón de María Antonia Garbín se sentara una persona preocupada por los menores acogidos en La Purísima y por la seguridad de los cuidadores, vigilantes y demás plantilla que trabaja en ese centro. Una persona más juiciosa ya habría visitado otros centros que acogen sin tantos problemas a menas con el objetivo de tratar de buscar allí remedios más eficaces y directos que la modificación de una ley orgánica y mucho más sencillos y factibles que la aplicación de un acuerdo internacional con un país tan complejo como Marruecos, que ha mantenido interrumpida la cooperación policial y judicial con Francia durante un año porque pretendía que la Justicia gala cerrara los ojos ante las denuncias contra su jefe del contraespionaje.
Las respuestas que ‘no’ busca María Antonia Garbín están mucho más cerca de lo que parece. Alguna puede encontrarla en el centro religioso de Melilla que se encarga de acoger a las niñas y adolescentes extranjeras no acompañadas. Allí nunca ha habido un motín como los de La Purísima. Otras respuestas puede facilitárselas su compañera en el Ejecutivo de Ceuta, una ciudad que se enfrenta a unas circunstancias sociales muy parecidas a las de Melilla y donde la presencia de menas por sus calles no alcanza, ni de lejos, los niveles de aquí.
Sin embargo, ir en busca de respuestas a alguno de esos dos sitios también tiene sus riesgos. Por ejemplo, que uno tenga que oír lo que no quiere escuchar.
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