Ha vuelto a ocurrir y en el mismo lugar. Si el pasado septiembre se denunció la agresión de un paciente a un médico en el centro de salud de Cabrerizas, ayer se repitió la historia, pero con una única diferencia: la agresora es una mujer, y la víctima, también.
Cuando la doctora pasaba consulta, la paciente la golpeó con su bolso, causándole daños en un pómulo y un ojo.
Tras ponerse en marcha el protocolo de seguridad, el servicio de vigilancia del ambulatorio redujo a la agresora y la mantuvo retenida hasta que llegó una patrulla de la Policía Local, que procedió a su detención.
Mientras, la facultativa fue trasladada a Urgencias del Hospital Comarcal, y de ahí derivada a Oftalmología, donde recibió los cuidados necesarios. Asimismo, se practicó un parte de lesiones.
La Dirección Territorial del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (Ingesa) condenó el ataque sufrido por la profesional sanitaria y anunció que se personará como parte en el proceso judicial que se abra contra la autora de la agresión. Esta conducta, lamentablemente, se está convirtiendo en algo habitual en toda España, pero los niveles de Melilla alcanzan cotas preocupantes.
Desde el Sindicato Médico ya se había solicitado que hubiera presencia policial en los centros de salud ante los casos de violencia contra personal sanitario registrados en Melilla. Ayer, esta entidad insistió en esta petición.
Por otro lado, están las condenas judiciales a los autores de estas agresiones. Al ser en la mayoría de los casos personas sin antecedentes penales, las penas no implican que ingresen en prisión, por lo que los violentos sienten que pueden obrar con impunidad.
Se pueden endurecer los castigos, y también dotar de más seguridad a los centros sanitarios. Pero la raíz del problema es el nulo respeto que algunos tienen al personal médico y de enfermería. Toda actitud violenta es execrable, pero lo es más aún atentar contra personas que trabajan de forma abnegada para velar por la salud y bienestar de todos nosotros.
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