El primer día de clase para los alumnos de Infantil, Primaria y Secundaria fue el pasado martes. Unos afrontaron la vuelta a las aulas con ilusión y otros, con emoción contenida. Pero, hoy en día, el regreso a la vida académica es muy distinto al de hace unos años.
La escuela está cambiando y el modelo de tarima, pizarra y papel, donde todos escuchan en silencio al profesor, está dando paso a un aula más interactiva, llena de aparatos tecnológicos. El director de La Salle, Próspero Bassets, explica, en declaraciones a El Faro, que el vídeo, la realidad virtual y las redes sociales son los nuevos libros de texto. “Poder explicar determinados contenidos con la ayuda de las tecnologías facilita la labor a los docentes. De hecho, son muchas las editoriales las que se están sumando a esta nueva era, editando libros digitales”, señala. Asegura que en su centro ya conviven a la perfección lo físico y lo virtual y que “todas las aulas disponen de una pantalla digital”. La que cuelga de la pared de la clase del profesor de matemáticas, Javier Gallego, proyecta un resumen sobre los números primos y naturales. “Estamos repasando la temática del año pasado para que los alumnos recuerden los contenidos más importantes porque sabemos que en verano resetean el disco duro y les cuesta arrancar”, cuenta.
No sólo los materiales para impartir las clases son diferentes, sino la propia disposición de los alumnos en el aula. Clara Domínguez, jefa de estudios de La Salle, pertenece a un creciente grupo de docentes que propugna el llamado “aprendizaje cooperativo”. “Es un método de enseñanza basado en el trabajo en equipo. Incluye numerosas técnicas y una de ellas consiste en sentar a los alumnos en grupo de cuatro uno en frente del otro”, explica. Según Domínguez, logran conjuntamente determinados objetivos comunes de los que son responsables todos los miembros del equipo. “En una situación de aprendizaje individualista el alumno se centra únicamente en la realización de su tarea y en conseguir, a nivel individual, los resultados previstos”, señala.
Ratios elevadas
Domínguez asegura que las nuevas tecnologías y los mejores métodos sirven de poco si el número de alumnos por clase sigue siendo tan elevado como hasta el momento. “No es lo mismo atender a una media de 34 niños que a unos 25”, afirma. “Al final conseguimos finalizar el curso con éxito, pero las paredes no son de chicle y ya no es sólo una cuestión organizativa, sino también física”, dice. En este sentido, Bassets pide la colaboración de las distintas instituciones para poner fin a este problema.
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