Opinión

Volver a leer

QUIERO volver a leer. He leído con pasión esta mañana a José Hierro, una antología de su poesía que creo se llevó mi hermano pero retornó, pero estuvo unos años fuera y el otro día apareció. Rafael habló de él en la presentación del libro, recordó un recital de poemas al que asistió de joven y estudiante, cómo contestó a la equivocación de un crítico que lo presentaba en su juicio sobre su poesía simplemente con la lectura de un poema que mostraba que ésta era exactamente al revés de cómo había dicho. Quizá por esto lo he recordado y tenía presente, y me han entrado ganas de leerlo, pero también porque entre otros libros ha aparecido. Lo leo con pasión, o, más que leerlo, lo devoro. Me lo he llevado estos días al Rosellón, pero como es obvio no he podido leer un verso. Sólo ha sido una compañía, y un anuncio de su disfrute, una señal de la espera que a veces el arte impone. Y esta mañana, después del descanso de estos días, de la belleza de sus paisajes en el corazón y la mirada, en la intensa vida en esta tierra antigua y nuestra así sentida, como hacia la vida también a sus páginas me dirijo, a su poesía. Que encuentro también intensa vida, y que la vida afina y depura, expresa precisa y cristalina. Y en su verdad de agua clara me deslumbra, pero como luz no que me ciega sino que me acompaña: agua que brota fresca, limpia, arroyo de montaña. Así en los poemas su alma. Así en ellos está la vida, la palabra. La poesía misma. El vivir con precisión de bisturí cifrado, tallado. Estanque reflejado el poema, agua el poema, agua clara y exacta. Y en él la vida, tallada, por cincel esculpida, por bisturí –tal es su precisión, su rigor- casi nombrada. Pero con calor, con alma. Con luz. Con sombra. Están la alegría y el dolor, la luz y la sombra, el tiempo, el pesar, la angustia. El amor, la alegría. La vida. Desde la plenitud de una conciencia dicha, desde su sentimiento de verdad que en el alma se arraiga y tiene raíces muy profundas. Esta poesía sólo puede ser de España, sólo en castellano puede haberse escrito, y sentido, y a la vez es única. Leo con pasión a José Hierro y esto siento, y más cosas. Y que lo leo tan deprisa porque así se me impone y lo siento, por las ganas que tenía de leerlo, después de encontrarlo entre mis libros y que como una llamada apareciera y de estar estos días en la maleta del viaje, y que por esto, por esta urgencia y velocidad con que lo leo, pero también por la verdad y la calidad que en su poesía encuentro, que he de volver a leerlo, pronto. Mañana o pasado. Cuando pueda, pero pronto. Para disfrutarlo más y que me dé aún más, me llegue aun más adentro, sea aun para mí más vida, como puede serlo. Quiero volver a leerlo. Así lo siento ya mientras lo leo, y aún más seguro y convencido estoy cuando lo cierro. Quiero volver a leer este libro, estos poemas. Quiero volver a leer a José Hierro. Quiero volver a leer, pienso, es el sentimiento natural que se tiene al leer a un poeta que queremos y nos llega, y se hace en las lecturas vida nuestra. Y al que volvemos. Yo así lo pienso, cuando releo a un poeta: que a él vuelvo, y que él vuelve a mi vida, o, más exactamente, a darme vida. Nueva vida. Porque cada lectura es única. Más si se hace en momentos distintos de la vida. Así son las de los poetas a los que vuelvo. Los poetas a los que se vuelve son una tierra y una patria. La verdadera poesía es a la que se vuelve. Y volveré a la de José Hierro. Lo sé al leerlo esta mañana, mientras lo leo ya lo siento. Será un poeta al que vuelva. Y la necesidad de volver a leerlo, o en y con ella aún más el placer y el deseo de hacerlo, las hondas ganas, siento con los poemas de José Antonio Muñoz Rojas, encontrado y descubierto el día antes de irme, también con velocidad y urgencia devorado y con el sentimiento, ya cuando así lo leía, de que quiero volver a leerlo. Y he de hacerlo. Se lo dejo como regalo, y como quien encomienda un alma, y descubre un tesoro o un secreto, en la cómoda de su cuarto a mi madre, y le aconsejo que lo lea. Porque puede acompañarle estos días, y puede disfrutarlo. Y ahora lo recuerdo: quiero volver a leerlo es el pensamiento que se formó en mi adentro, el pensamiento y el deseo, la convicción ya ancla del alma al cerrar su libro el miércoles pasado, y el mismo es el que he tenido esta mañana de martes, vuelto de los días de Pascua de la Cataluña de Francia, al cerrar el de José Hierro. Y esta tarde al avanzar, detenerme, disfrutar y al final también cerrar el libro de poemas de José Jiménez Lozano que la ha llenado e iluminado, Elegías menores. Estos poemas sucintos y en su belleza a veces muy heridores que también de pronto he recordado y querido volver a leer, y he leído –lo sabemos- con urgencia y rapidez, con ardor, en un fulgor o un rapto, casi como si los escribiera. Y son poemas muchas veces silenciosos, casi susurros tantos de ellos. Llenos de silencio, como indica el hermoso poema que cierra el libro y lo redondea, y así esta verdad expresa: estos poemas son silencio, están hechos de silencio, de paz, de calma, de contemplación y oración. De luz y de sombra. Himnos de la vida. Y lo leo deprisa y con gozo y me digo: quiero volver a leerlo. Este es un sentimiento verdadero, y que me hace buscar y encontrar otro libro de poemas más antiguo, Tantas devastaciones, y que ya voy a dejar para mañana u otro día. Volver a leer es reencontrar una compañía. La de los poemas de Jiménez Lozano, por ejemplo, y que me hacen recordar la que me ha dado la voz que se encuentra y da en sus cuadernos, esa voz tan personal de sus anotaciones que nos acompaña, sí, y nos da luz. Aclara el día. Presiente la vida, la hace cristal, o luz el poema que sobre el cristal da. Poesía que quiero leer más, y por esto busco de ella otro libro, y quiero también volver a leer. Quiero volver a leer. Este es el sentimiento natural que la poesía despierta, la poesía verdadera, la voz de un poeta que con pureza y verdad la vida en ella nos da y a través de sus poemas así a nosotros nos llega, sólo en su voz y a la vez ya imprescindible y nuestra, pan para en el corazón compartir, puerto recogido y último, o íntimo, al que su voz es viento que nos lleva. Y al que con ella el alma regresa. Y por eso queremos leerlo, leer sus poemas, o quiero. Quiero volver a leer a este poeta y sus poemas. Quiero volver a la poesía, porque la poesía es siempre una vuelta, un regreso. Un redescubrimiento de lo que ya sabemos y nos dice de nuevo, y se nos hace carne o sangre adentro. Es espíritu en el que el poema se encarna, y al que volvemos. Quiero volver a la poesía de este poeta. Quiero volver a leer. Porque a la poesía es adonde vuelvo.

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