Categorías: Cultura y Tradiciones

“Vivimos con ataduras sociales que no nos permiten ser como somos”

Lola Marceli, una de las actrices más queridas por el público gracias al personaje de Julieta, que interpretó en ‘Amar en tiempos revueltos’, representará en el Kursaal ‘Lo que vio el mayordomo’.

Lola Marceli, la actriz que interpretaba a Julieta en la serie ‘Amar en tiempos revueltos’, representa en Melilla la comedia ‘Lo que vio el mayordomo’. Se trata de una obra en la que el público no va a parar de reír con las absurdas situaciones que provocan los personajes. Ella es Dorothy Prentice, la mujer del afamado psiquiatra Prentice. En la clínica de este doctor es donde se desarrolla toda la acción. En la obra intervienen actores, como Raúl Mérida, uno de los protagonistas de ‘Los Protegidos’, y Pep Munné, que actualmente es Don Gerardo Ortegui en la serie ‘Velvet’.
Marceli estuvo en Melilla cuando era una adolescente. Durante un verano pasó más de un mes y medio en la ciudad. La recuerda con un cariño muy especial. Parte de su familia era de Melilla y para ellos, la ciudad fue un lugar muy importante en sus vidas. Ella aún guarda este recuerdo en su memoria. Nunca volvió a Melilla y por eso, le hace mucha ilusión que ‘Lo que vio el mayordomo’  haya encontrado un hueco en el Kursaal. Está deseando  recorrer las calles del centro y el puerto. Hace unos días vio una fotografía de las playas y para nada tiene que ver con ese recuerdo de juventud. Espera que los melillenses disfruten de  la comedia y se diviertan con ella.
–¿Cómo le llegó este proyecto teatral y por qué aceptó?
–Me lo ofrecieron directamente desde la productora. Me leí el guión y al principio pensé que no era para mí porque nunca había hecho una comedia de este tipo. Pero me gustó el proyecto. En un par de meses nos pusimos a trabajar en él y durante semanas estuvimos concentrados para conseguir un buen efecto en el público. Y la verdad es que desde el principio ha sido muy divertido participar en la obra. El director ha hecho un gran trabajo de adaptación del texto, tanto en la crítica que se hace al mundo de la psiquiatría como al matrimonio y a la sociedad en general. También es divertida la puesta en escena. En los ensayos ya disfrutamos de la comedia y ahora que estamos en la gira vemos que el público también se divierte.
–¿Es contagiosa la risa del público?
–Sí, hay veces que nos dejamos llevar por él. Y nos cuesta mucho mantener el tipo. Nos reímos mucho durante la comedia.
–En la obra se habla del mundo de la psiquiatría y de los trastornos mentales. ¿Es complejo reírse  de ello sin ofender al colectivo de enfermos mentales?
–La obra es una farsa y el público entiende que está en una comedia y que le vas a dar las claves para que se ría. El actor lo que hace es retratar los mitos de la psiquiatría, sobre todo, los de los años 60, que fue cuando se escribió esta obra. Pero desde el primer momento, ya que antes de comenzar con el texto hay una pequeña coreografía, el público se da cuenta de que está hecha para reír. Hay elementos que hacen ver al público que las cosas que se abordan en la obra son para causar la risa y que está escrito en ese código, como por ejemplo, el gran diván que hay en mitad del escenario.
–El personaje de Dorothy Prentice es uno de los más curiosos de esta comedia. Es la mujer del psiquiatra y entra en escena tras asistir a una convención de lesbianas.
–Es una mujer particular. Su marido cree que es ninfómana y tienen una relación muy enfrentada. Los dos se dicen de todo. Ella está insatisfecha, pero en todos los niveles, no sólo en el sexual. Es una mujer que de alguna manera es del estilo de Scarlett O'Hara (protagonista de ‘Lo que el viento se llevó’), si quiero algo lo consigo aunque sea por otro lado. De esta forma, tiene un sentido muy liberal de la vida y también aconseja a su marido que viva así. Ella cree que su marido es homosexual y durante toda la comedia esta idea no hace nada más que causar escenas de equívocos. Además, cuanto más se quiere acercar a su marido, más se aleja él de ella. Y todo esto causa una tensión muy divertida. Es una mujer muy caprichosa, pero tiene justificación porque desea encontrar ese cariño que su marido no le da. Y hace todas las perrerías que puede y cosas para llamar su atención, desde ir a una convención de lesbianas a ofrecerse para otro tipo de juegos con tal de conseguir lo que quiere. Es muy caprichosa, pero a la vez muy divertida.
–¿La obra tiene algún mensaje o moraleja para el público tras toda esta crítica social?
–El texto es muy crítico con todo. Pero en realidad solo nos damos cuenta de ello los actores que trabajamos en profundidad en los diálogos. El público, que va una vez a la obra, lo que hace es reírse con las escenas y los chistes. Pero es cierto que la crítica social está justo ahí. Por ejemplo, habla de los esquemas sociales que no nos permiten ser nosotros mismos. El autor de la obra, Joe Orton, vivió en los años 60 y era abiertamente gay y por ello, su actitud y su forma de actuar en la sociedad era muy irreverente para aquellos tiempos. Esta comedia se llegó a censurar porque se ridiculizaba la figura de Winston Churchill. Pero es una obra con una gran carga de profundidad. El público que vaya a verla una segunda vez se dará cuenta de que pone en tela de juicio al matrimonio, las creencias religiosas, las relaciones entre padres e hijos... Al final lo que viene a decir es que vivimos llenos de ataduras sociales que no nos permiten ser como realmente queremos ser. Ése es el mensaje que trasmite la obra.
–¿Tiene aún relación con la sociedad actual?
–Tiene muchísima relación con lo que vivimos en la actualidad. Es curioso que cuando comentamos a ensayar, durante los descansos analizábamos algunas de la situaciones, como son tan absurdas, pensábamos que el público no se las iba a creer. Pero justo en esas semanas fue cuando un tipo entró en la casa de Bárcenas e intentó robarle. Y todos pensamos que esas escenas que son rocambolescas pueden formar parte precisamente de obras como ‘Lo que vio el mayordomo’. Son absurdas y no se ven en un escenario, sino en la vida real. Vivimos cada día un desatino más grande, tanto político como social.  Estamos, no sólo en España sino a nivel mundial, en una sociedad que está en una especie de conservadurismo, pero no de ámbito político, sino en el sentido de que nos hemos asentado en unas normas sociales que no encajan con lo que vivimos. El público cuando sale de la función piensa que ha visto una serie de disparates, pero es que en la vida real pasan a diario. Lo vemos en los programas de televisión, en los informativos... Vemos esa falta de urbanidad y de humanismo que pierde a la persona, que se desdibuja con la avaricia.
–Y hablando de esas situaciones sociales disparatadas, ¿cree que la crisis implicará un cambio de mentalidad o sólo transformaciones a nivel económico?
–El otro día estuve en Teatro del Barrio, un lugar alternativo donde fui a ver la obra de unos compañeros. No saben que cuando más nos intenten hundir más críticos vamos a ser los actores y las obras. La gente cuando ve que le presiona por todos lados, es como un animal enjaulado, más intenta escapar de esa situación y más ideas surgen para conseguir un vehículo de escape. Esto lo veo en Barcelona, pero también en Málaga. Y en cualquier ciudad puedes observar cómo la gente busca la forma de hacer cosas. Es cierto que el día a día para los actores es muy duro. Las condiciones de trabajo son peores, hay pocos bolos y mantener una productora es muy complicado... Para qué vamos a hablar de este tema si está todo dicho. Pero esta crisis también está provocando que surjan espacios alternativos muy interesantes donde se está trabajando y donde se ofrece otra versión de lo que ocurre.
–Pero da la impresión de que el teatro en España siempre ha estado en crisis, ¿o es que hace unos años los actores se quejaban sin razón?
–Voy a contarle una anécdota. Hace unos años tuve la oportunidad de compartir varias veladas con Fernando Fernán Gómez. Y eso fue en los años 90. Curiosamente entre las conversaciones estaba la crisis que vivía el sector del teatro. Recuerdo que Fernán Gómez escribió en aquellos años un artículo para un periódico nacional y rescataba otro de los años 40 en el que también se hablaba de la crisis del teatro. Lo que creo es que el teatro siempre ha acusado la crisis en este país. Pero en estos momentos, la sufre aún más porque ha llegado a todas partes. Cualquier empresa o industria está padeciendo esta falta de recursos y la pérdida de dinero. Aunque también creo que las cosas ya van a ir cambiando cada vez más rápido. No vamos a ver transformaciones sociales cada cinco años, sino cada dos. También creo que es el momento de que todos nos pongamos las pilas para tirar para adelante. Pero a la vez esto choca con una sensación de pesimismo y que nos está quitando la ilusión. En la cultura, hay impuestos y normativas que hacen más difícil el trabajo y todo esto genera pesimismo. Y esa desilusión es lo que ha provocado que gente del mundo del teatro haya dejado la profesión.
–Se junta la sensación de pesimismo con la falta de oportunidades.
–Y también la precariedad laboral. Estamos llegando a unos niveles realmente alarmantes. Creo que vamos a conseguir mejorar, pero no volveremos al nivel de bienestar que tuvimos hace unos años.
–Cambiando un poco de tercio, que nos estamos poniendo muy serias...
–Sí, por Dios (risas). Pero la idea es levantarse con la sensación de que hoy va a ser mejor que ayer. Aunque  el día a día sea duro, hay que seguir luchando. Es una profesión muy dura, pero para los actores todo puede cambiar con una simple llamada telefónica.
–Y una de esas llamadas que cambió su vida fue cuando le ofrecieron el papel de Julieta en ‘Amar en tiempos revueltos’.
–Hace poco me crucé con una chica en el supermercado que me aseguró que aún recuerda este personaje. Para mí fue un regalo. Fue un personaje precioso. Y coincidió en un momento en el que se premió a la serie con varios galardones. Y no es para menos. La serie refleja una parte de la historia de España muy compleja. En aquellos años fue complicado llegar a fin de mes. Está hecha con mucha verdad, porque aún sigue en televisión, aunque en otra cadena.
–¿Cree que los personajes femeninos han cambiado un poco en estos años que lleva en el teatro? ¿Reflejan ya la realidad de las mujeres?
–El teatro, el cine y la televisión reflejan los cambios que se producen en el país. En España la transformación del papel de la mujer es relativamente reciente. Un ejemplo de que se recogen estos cambios las series es ‘El Príncipe’. Me gusta porque en ella podemos ver la sociedad intercultural. Pero en el caso de las mujeres, el cambio se recoge de una forma más lenta. En los últimos 20 años ha transformado mucho el papel que desempeña a nivel social. El personaje de Julieta no podía vestir de pantalón porque en aquella época ninguna utilizaba esta prenda. Y también había una trama en la que una mujer si se descubría que era adúltera era castigada con la cárcel. Nos parece todo esto como si fuera la Edad Media, pero de eso no hace más de 70 años. Insisto en el que en el caso de las mujeres es más complejo reflejar estos cambios en las obras de teatro. Pero llegará, porque las mujeres maduras, como yo, no nos vamos a jubilar porque sí. Dicen que los 40 son la nueva juventud. Queremos seguir trabajando y habrá papeles en los que podamos encajar. Lo que pasa es que la realidad, cuando pasa, no termina de ser fija y por ello, es más complicado reflejarla. Pero en los últimos diez o quince años tanto el nuevo papel de la mujer o la mezcla de culturas serán temas protagonistas en las próximas series de televisión o en las obras de teatro.

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