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La visita a un museo o la piscina es “una odisea” para un niño en silla de ruedas en Melilla

Una mañana de domingo en familia visitando el Museo Militar. Éste era el plan de una familia melillense que prefiere no decir su nombre pero que grita a los cuatro vientos la situación injusta que viven con uno de sus hijos. Uno de ellos está en silla de ruedas y si no es por el conserje del Museo Militar, no habría podido entrar en estas instalaciones. No solo es que no haya una rampa en la entrada o un elevador salvaescaleras, es que no existe ninguna de estas dos herramientas en todo el museo. Además, la silla se quedaba atascada entre las piedras del pavimento. Y el problema ya no es que no sea accesible el Museo Militar, sino muchos otros edificios públicos, como la piscina municipal, apunta la familia, o las calles. Salir de casa se convierte en una odisea para ellos.

El padre de familia, muy aficionado a la historia, vio que este domingo pasado era perfecto para hacer una salida todos juntos y visitar el Museo Militar. Sería una oportunidad perfecta para hablarle a sus hijos de la Campaña de Melilla de 1921.

Pero nada más llegar a la puerta del museo la realidad les dio tortazo en la cara. En la puerta principal solo hay escaleras y no hay otra forma de entrar. Eso sí, en Melilla, ante las dificultades, uno siempre encuentra a un melillenses que le eche una mano y esto es lo que pasó. El conserje se prestó a la familia para ayudar con la silla y coger el hijo en brazos para poder llegar hasta las salas de exposición. Si no llega a ser por este hombre y su compañera, el día en familia en el museo habría acabado mucho antes.

Y la cosa es que tampoco rodaban las ruedas por el pavimento del museo, en la zona exterior porque está cubierto de piedras. Este padre se pregunta si realmente no se puede adaptar una zona para personas con movilidad reducida. Se pregunta si no tienen el mismo derecho estos ciudadanos, como hijo, a visitar los museos.

Si esta familia se animó a denunciar esta situación en la prensa fue porque tampoco hay un libro de quejas o reclamaciones en el Museo Militar para que pudiera dejar constancia de este incidente.

Este padre tiene ya problemas de salud y la espalda con diferentes patologías por lo que no siguió visitando más museos de la ciudad porque no sabía si se iba a encontrar con esta misma situación.

La piscina, la calle o una cafetería

Pero lo peor de esto, contó esta familia, es que viven esta situación de forma frecuente. Tienen que ayudar a su hijo a llegar al colegio, porque aunque él maneja bien la silla de ruedas, no todas las zonas por las que pasa están adaptadas. E incluso tienen que ayudarle a subir a su clase en el colegio.

Asimismo, les ocurre cuando han ido a la piscina municipal. Subrayó que no hay un lugar para que las personas con movilidad reducida puedan cambiarse o bajar a la piscina o meterse en la piscina, puesto que subrayó que hasta ahora no había una grúa.

Y cuando quieren tomar una merienda juntos les pasa igual. No todas las cafeterías de las ciudad tienen rampa para entrar y en más de una ocasión les ha tocado llamar al camarero para que les eche un mano y salvar los escalones de entrada.

Pero la ilusión de esta familia es que esta denuncia, no solo lleve a la reflexión, sino al cambio de la ciudad. Les gustaría que hijo pudiera tener la independencia de ir donde desee sin que tenga que pedir ayuda. Saben que los melillenses son solidarios y se prestan a echar una mano a quien la necesite, pero también creen que su hijo merece tener la misma libertad de movimiento que otras personas y ser independiente. Sueñan con una ciudad sin obstáculos para su pequeño.

Javier Pavón, un melillense con movilidad reducida, ha estado luchando durante años para concienciar sobre este tema. Un parque tiene ahora su nombre.

 

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