Es difícil dar la cara cuando te persiguen por defender tus derechos y las escasas propiedades que puede llegar a tener una familia obrera formada por un matrimonio y sus siete hijos. Este es el caso de Mamadou, un guineano de Conakry, quien tan sólo nos ha facilitado su nombre para evitar problemas. Mamadou tiene 30 años y es el mayor de siete hermanos, cuatro chicos y tres chicas, que se vio obligado a huir de su hogar al plantar cara a un empresario que quería expropiar las tierras a su familia para construir un complejo residencial.
Según relata a El Faro, ante la negativa de Mamadou de ‘ceder’ los terrenos de su familia a cambio de nada, el empresario movió hilos para que la policía lo persiguiera. Aunque Mamadou consiguió que la presión sobre su familia terminara, se vio forzado a exiliarse para evitar ir a la cárcel por falsas acusaciones de amenazas. Entonces emprendió el viaje hacia Europa en busca de un futuro que ve muy lejano.
Sin despedida
“Abandoné mi vida de golpe. Estudié la carrera de contabilidad en la universidad y trabajaba en la venta minorista de vestidos para mujer”, explica tímidamente en inglés en la puerta del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla. Mamadou lamenta no haberse podido despedir como debía de su familia, pero sintió que estaba en peligro y debía huir de inmediato.
La huída
Este guineano explica que una noche se reunió en el bosque con dos personas que otros conocidos le habían recomendado, se subió al coche y se escondió detrás, “muy tapado”, sobre todo al principio, hasta que abandonaron su país. Entonces empezaron un viaje hacia Europa que duró seis meses y dos semanas, pasando por Malí y Marruecos. A mediados de diciembre llegó al CETI, donde ya lleva más de tres meses y desconoce cuánto tiempo estará ahí.
Un empresario quiso expropiar los terrenos
a su familia, pero Mamadou se negó
Mamadou no quiere decir cuánto le costó este viaje de más de medio año, “porque el dinero siempre da problemas”, pero asegura que pudo pagar su manutención y el largo trayecto con “pequeños trabajos, muy duros, de obra y construcción o venta” en cada pueblo en el que paraban..
Decepción
Sin embargo, Mamadou a veces piensa que todo este esfuerzo fue en vano. Se ve recluído en el CETI, con escasas opciones para moverse y salir adelante. Además, considera que está “encerrado y sin salidas”, a pesar de que habla habitualmente con su familia para animarse y recordar que su meta es conseguir “una vida digna”, lejos de los problemas de su tierra.
Estudió contabilidad en la universidad y
trabajaba como vendedor minorista
“No me puedo mover de aquí, tampoco tengo adónde ir, me gustaría ir a la península, seguir con otros estudios y trabajar de contable”, lamenta Mamadou.
Reconoce que al principio “tenía miedo, aunque ahora tengo algunos amigos, pero aquí no tengo nada que hacer”. Lo peor de todo es que Mamadou se siente decepcionado. “Pensaba que la gente sería buena aquí. Vine a Europa buscando paz y libertad, pero no las he encontrado, aquí no hay libertad, no en el CETI”.
Este guineano afirma que en el CETI tiene comida y cama, “pero las condiciones no son buenas” porque “no tengo oportunidad de hacer nada, sólo dormir y dormir” para pasar el tiempo.
“No me puedo mover de aquí, tampoco tengo
adónde ir, me gustaría ir a la península”
El joven recuerda que un día, “todos los hombres negros del centro dejamos de comer a modo de protesta porque no nos dejaban salir”. No especifica cuánto duró esta huelga de hambre, pero dice que “no causó efecto”, aunque ahora sí que pueden salir, siempre y cuando cumplan con el horario establecido.
Esperanza
Mamadou no está casado ni tiene hijos, pero esperaba, y espera, poder cambiar su situación, encontrar un trabajo de contabilidad que le guste y formar su propia familia, además de ayudar a sus padres y hermanos en Guinea. A día de hoy no sabe cuándo podrá marcharse de Melilla ni hacia dónde, pero Mamadou cree que esto es sólo una etapa.
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