Opinión

Veredicto

Demasiado larga, demasiado bronco. Demasiado larga una campaña electoral, que se inicia con mucho más premura que lo que marca el precepto legislativo y, eso, suele complicar su desenlace. Pero es la liturgia no escrita y donde todas las convocatorias recalan.

Demasiado bronco porque, a punto de conocer un primer veredicto, éste llegará el domingo bajo el fuego de todo tipo, estridencias y conjuras que, posiblemente, lo pondrán en entredicho y en precario. El gran jurado, que son los votantes, habrá hablado, aunque quizás provoque el disentimiento de algunas o algunas de las partes en litigio y, por ello, la impugnación de la voluntad expresada.

Objetiva y cíclicamente, todo este catálogo de rayos y centellas siempre se expuso ante la llegada de un fin de legislatura; es el combate natural por gobernar o ser parte de él, aunque es en esta ocasión y de manera exponencial en lugares como Melilla (pero no solo) donde el voltaje ha subido con apariencia. No es nada bueno deslegitimar a nuestro sistema electoral, más allá de los ajustes que reclama y que en esta ocasión han alzado la voz con urgencia.

No se entiende bien que, si desde hace aproximadamente dos décadas se viene reclamando un añadido en las medidas de verificación del voto expresado (singularmente el del llamado “por correo”) no se tomaran y ahora, ante el marasmo creado, se dicten de emergencia cabiendo la posibilidad de ser fruto de cuestionamiento, también.

Una campaña electoral significa, más que nada, movilizar a los tuyos y desmovilizar a los otros. Movilizar tu maquinaria y parar la de los contrarios, singularmente los adversarios directos. Y siendo así, queda por debajo la atención de quienes acudirán a votar, de una manera o de otra, de las propuestas y promesas que cada formación ingenie y exponga. Y, llegados a este momento, Melilla, acaba en cierta medida con una división social auspiciada por una serie de acontecimientos que la han marcado en demasía. Salvado, hace tiempo ya por el devenir del progreso de la propia sociedad, el obstáculo de la polarización, regresa en parte por necesidades de estrategia. Y en esto, como en otras circunstancias, la responsabilidad es compartida.

Dar por sentado que es una situación de zozobra, es un error. Si acaso, una singladura tormentosa que va llegando a su fin pese a que no ve aún muy clara la costa y, por ello, el puerto de atraque.

La mayoría de la gente que acudirá a votar, pese al ruido y confrontación agudos, lo hará desde la creencia en la opción que determine. Votará en libertad pero consciente que, en estos tiempos nada se puede dar por seguro a la hora de cómo se conformará un gobierno (y por tanto la oposición), del destino de su sufragio.

En ese voto mayoritario se encuentra la grandeza de una forma de vivir, la nuestra, donde expresar la voluntad es un derecho y un deber ciudadano. Habrá veredicto, incierto puede que más que en citas anteriores y, sin duda, objeto de disconformidad según lo que refleje el recuento. Veredicto al fin y al cabo.

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