Váyase ya, delegada

Desde el martes se sabía que había un motín en el CETI. En medio de la situación epidemiológica, la gente permanecía aglomerada, sin mascarillas, protestando. No hay que ir a la universidad para darse cuenta de que aquello iba a explotar como explotó. Pero no había autorización para intervenir. ¿Por qué, delegada?

Con la que había armada, los agentes de la Guardia Civil no podían plantarse en el CETI con lo puesto porque los habrían machacado a pedradas. Fueron con material y protección antidisturbios y aún así algunos salieron heridos. Tuvieron que pedir refuerzos a la Policía Nacional y a la Local. Aquello era una batalla campal y lo hemos visto en los vídeos difundidos prácticamente en directo desde el interior del centro.

¿A qué esperaba la Delegación del Gobierno para autorizar la operación? ¿Se pudo controlar la situación cuando aún era un conato de motín? Ante la gravedad de la situación no valen titubeos. Es que no acertaron ni cuando hicieron la nota de prensa para informar de lo ocurrido. Da la impresión de que no saben lo que ha pasado. Llegaron a enviar a los medios información que luego desmintieron, que decía que la doctora del CETI había sido evacuada en estado de nerviosismo y tuvo ella que llamarles para pedirles que rectificaran porque eso no se corresponde con la realidad. ¿Por qué señalar a una profesional con una larga experiencia, que ha trabajado incluso para la ONU? Esa médico ha vivido todo lo que se puede vivir como colaboradora en África y fue de las últimas en salir del centro cuando evacuaron a los trabajadores, que permanecieron a resguardo en el edificio de la Dirección.

¿Tiene relevancia su estado de ánimo o el de cualquier otro trabajador en una nota de prensa de la Delegación del Gobierno para informar de un motín sin precedentes en Melilla? ¿Cómo esperan que salga del CETI alguien que se levanta por la mañana para ir a trabajar y se ve envuelto en una batalla campal en su trabajo? Lo anormal es que algún miembro de la plantilla hubiera sido rescatado por la Guardia Civil con una sonrisa en los labios. En esa situación lo lógico es estar en estado de shock: no hay noticia en ello sino anécdota. Y las anécdotas tienen que responder a la realidad o de lo contrario se convierten en lo que siempre ha sido chisme y ahora le dicen fake news.

Hace unos días comentábamos desde esta misma Jabalina que la Delegación del Gobierno no entiende la gravedad de la situación que vivimos. La inseguridad se ha desmadrado en Melilla y la ciudadanía no tiene la sensación de que todo está bajo control. Porque no lo está. Tampoco esto parece que vaya a mejorar.

Hemos vivido protestas en el CETI, pero ninguna de la magnitud del motín del mediodía de ayer, que se ha saldado con al menos 33 detenidos. Al frente del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes y de la Guardia Civil están los mismos responsables desde hace años. El jefe superior de la Policía Nacional lleva tres años en el cargo y va sobrado de experiencia. Ahora tenemos por primera vez un superintendente dirigiendo la Policía Local y lo único que cambia es que estamos peor y que Sabrina Moh está en la Delegación del Gobierno.

Señora, o toma las riendas de la situación o haga el favor del dimitir. Ya basta de hacer la vista gorda. Si usted no tiene idea de cómo garantizar la seguridad de una ciudad de 85.000 habitantes, asediada y asfixiada por Marruecos, y no ha tenido el tino de rodearse de asesores expertos en Seguridad, deje de entorpecer el trabajo de los profesionales: apártese. Haga el favor de marcharse porque la Delegación del Gobierno no es sólo protocolo y performance. Un responsable político tiene que ser capaz de tomar y asumir decisiones difíciles. Sin excesos, pero tampoco con titubeos. Pedimos proporcionalidad, pero sobre todo, control.

Hemos criticado más de una vez, el peligro de convertir los sitios clave del Gobierno en agencias de colocación de palmeros, militantes y simpatizantes que no tienen la más remota idea de lo que tienen entre manos. Cuando llega un momento difícil, no saben qué hacer. Ponen en un lado de la balanza un mal titular y en el otro la vida de las personas y encima no lo tienen claro. ¡A la calle! ¡Fuera! Basta ya de tomarnos el pelo con los colocados a dedo.

Lo que pasó ayer en el CETI es gravísimo. Me pongo en la piel de los migrantes que aspiran y sueñan con llegar a Europa y puedo entender la desesperación de sentirse atrapados en Melilla. Con esa gente hay que ser pedagógicos y explicarles todos los días que estamos viviendo una situación de excepcionalidad difícil para todos. Sé que es difícil entenderlo, pero también es difícil que la ciudadanía entienda que tienen motivos para reventar un centro que pagamos todos, con dinero público.

¿Se están cumpliendo los protocolos de traslado de migrantes a la península? Entiendo que no, pero también entiendo que en estos momentos muchas ONGs españolas están volcadas con la gente que se ha quedado sin casa, con los migrantes que no tienen adónde ir porque no hay trabajo debido al coronavirus. Eso podría estar ralentizando las salidas. ¿Se les ha explicado? ¿Se les ha dicho que la crisis social que estamos viviendo es brutal? ¿Saben que no tenemos sitio para tanto pobre en España y que no podemos dejarlos tirados en la calle?

Pero también entiendo la desesperación de personas a las que les estamos limitando el derecho a la libre circulación por nuestro país. Volvemos una y otra vez al punto de salida. No quiero estar en la piel de ninguno de los migrantes del CETI. Tampoco en la de ninguno de los guardias civiles, policías nacionales y locales que ayer tuvieron que intervenir en el centro. Hemos llegado hasta aquí y hay que buscar una solución al problema. Si Sabrina Moh no sabe cómo hacerlo, le pedimos humildad. Coja la puerta y márchese.

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