Si alguien pregunta por el número de contenedores que son pasto de las llamas durante un año en Melilla, el resultado arrojará unos cuantos cientos. Los vándalos han puesto su punto de mira puesto en estos recipientes para basuras y, visto lo visto ayer, no tienen el menor reparo en prenderlos en cualquier lugar de la ciudad y a cualquier hora.
Es tristemente frecuente ver en los medios de comunicación y en las redes sociales noticias informando de tal o cual incendio de contenedores en zonas más o menos periféricas. No hay que olvidar que una ‘costumbre’ habitual de los irresponsables que cometen estos actos es también la quema de vehículos estacionados en la calle. Pero en este artículo vamos a centrarnos en los cubos para arrojar desperdicios, pues ayer ardieron, de forma provocada, cinco de ellos en distintos puntos del centro de la ciudad.
Hay dos circunstancias que convierten estos actos delictivos en algo más llamativo de lo que son de por sí. La primera, que estas cinco conductas fueron cometidas a plena luz del día. La segunda, que estas acciones execrables mostraron todo el aspecto de haber sido perpetradas de forma coordinada, dadas la cercanía entre los contenedores quemados y el estrecho margen de tiempo entre cada uno de los sucesos.
El primero de ellos sucedió a las 20:35 horas en la calle General Aizpuru. Diez minutos más tarde, otro contenedor ardía cerca de la plaza de toros. Y dos minutos después, otro de estos elementos de mobiliario urbano era prendido en la calle General Marina, junto al Parque Hernández.
Tras apenas 40 minutos de tregua, otro contenedor se incendió en Sidi Abdelkader, en la esquina con la Avenida, y escasos minutos después, otro hacía lo propio en la calle Castelar.
Es incomprensible que alguien disfrute con actos que exceden, y con creces, el calificativo de gamberrada. Frente a estas actitudes, sólo cabe un endurecimiento de las normas que aplique penas ejemplares a estos vándalos.
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