Los melillenses que llegaron ayer a las siete de la mañana a Melilla a bordo del barco de Trasmediterránea sufrieron el inconveniente de tener que bajar por la rampa de los coches después del desembarco de vehículos, esperar a un autobús de la COA que los llevara al finger de Balearia y finalmente, tras la ‘ruta del bacalao’, salir a la Estación Marítima.
Era como hacer la ‘mili’ antes del amanecer. Si normalmente el descenso del barco ocupa un cuarto de hora, ayer, quienes venían de la península, se dejaron 45 minutos extra. ¿El motivo? El crucero Saga Peral II tenía previsto atracar a las 8 de la mañana en la zona que normalmente usa Trasmediterránea.
Para los que vivieron esa pequeña odisea mañanera, que le costó a algunos llegar tarde a trabajar, está claro que nuestro puerto se nos queda pequeño.
Con lo que tenemos, si queremos que atraque en nuestra ciudad un crucero con 700 británicos a bordo, nos tocará hacernos el harakiri, porque el puerto es el que es y no da más de sí.
En momentos como este cobra sentido la idea de ampliar la dársena local, que a muchos (y me incluyo) a ratos nos parece descabellada. He llegado a preguntarme qué sentido tiene hacer más grande nuestro puerto con el de Beni Enzar a un lado y el de Bouyafar (Nador West Med) con fecha de inauguración para 2025.
En el país vecino crecen sin mirar para atrás mientras nosotros todavía andamos haciendo prospecciones en aguas de la bahía. Si no somos competitivos ahora, difícilmente podemos aspirar a quitarles un trozo del pastel cuando esté todo el pescado vendido.
Hay mucho excepticismo en torno a si tiene sentido ampliar el puerto dentro de cinco o diez años. Cuando terminemos, ¿podremos competir con los precios de atraque de Marruecos? Nosotros cobramos 6.000 y ellos 2.000. Pese a la inseguridad jurídica que entraña cualquier tipo de negocio en el país vecino, ¿adónde creemos que acudirán los empresarios para hacer más rentable su negocio? Al más barato, sin dudas.
Otra cosa es que ofrezcamos servicios que ellos no pueden dar. Por ejemplo, el del tan cuestionado bunkering. Nuestro combustible es más barato que el de Marruecos. ¿Por qué no crear plataformas de bunkering para abastecer a los barcos que circulan por el Mediterráneo? Para eso no hay que esperar a ampliar el puerto. Se podría hacer ya, pero habría que lidiar con el aluvión de críticas ecologistas que, con toda la razón del mundo, se nos vendrían encima, teniendo en cuenta que llegamos tarde a un negocio que está mal visto en nuestro país desde que entre 2012 y 2013 se prohibió en aguas de Gibraltar.
Es una decisión difícil que, a Dios gracias, no me corresponde tomar a mí porque estoy incondicionalmente a favor de crear empleo. Se puede montar una gasolinera flotante y ser extremadamente cuidadosos para proteger el medio ambiente. Una cosa no tiene por qué excluir a la otra.
Pero si nos ponemos puristas entonces podríamos crear estaciones de abastecimiento de todo el material que necesitan los barcos durante la travesía por el Mediterráneo: bebida, comida, etc. ¿Por qué no lo hemos hecho ya?
Desde hoy tenemos al menos un motivo para apoyar la ampliación del puerto: necesitamos una dársena más grande para recibir cruceros sin que los ciudadanos tengan que hacer la mili matutina.
Muchos creen que el turismo de cruceros es de los menos rentables para la ciudades porque los cruceristas no se dejan prácticamente dinero en los sitios que pisan. No les falta razón: son visitantes que gastan poco, pero en nuestro caso, es beneficioso no sólo porque vendemos más cervezas de lo previsto en un día normal sino además porque necesitamos que los turistas descubran que somos un sitio fabuloso del que nadie habla porque muy pocos saben que existe.
Si queremos que Melilla suene a otra cosa que no sea inmigración, valla, porteadores u OPE, entonces tenemos que ‘vender’ nuestras bondades. Los cruceros son una forma fantástica de descubrir sitios a los que nunca irías.
Lo bueno le gusta a todo el mundo. Para los británicos encontrar una Europa africana con buena comida y buen tiempo es una sorpresa exótica que probablemente no podían imaginar ni en el mejor de sus sueños.
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