Opinión

Unos recuerdos y algún latinajo

Hace algún tiempo alguien me preguntó cómo podía referirme a Melilla en la forma que lo hago, sobre una ciudad donde no resido desde hace varias décadas. Muy fácil, le contesté: los fuertes vínculos que poseo sobre ella me producen una atracción por unos motivos muy entrañables, ya que los que me dieron la vida se encuentran descansando en el Cementerio de la Purísima, cementerio donde también están enterrados miles de los Héroes caídos en sus murallas defendiendo nuestra idiosincrasia peninsular y europea.

Aunque la verdad lo que a mí más me impone, son los que cayeron en las campañas habidas en los campos del Rif, al igual que los mártires fusilados por los asesinos golpistas, apenas comenzó la Guerra Civil. Yo que tengo el sano entretenimiento de escuchar la radio, ver la televisión y leer los periódicos, en éste que están leyendo, suelo disfrutar de una sección donde se rememoran hechos que ocurrieron hace décadas, donde un compañero de la ‘Posta’, que por cierto siempre lo borda, saca a menudo vivencias y recuerdos, que me hacen sonreír de nostalgia. A veces la redacción de éste periódico nos coloca a este compañero y a mí en la misma página, cosa que me agrada mucho, porque parece que mientras rememoramos nuestra niñez sobre las calles de nuestros barrios vecinos, él sobre el Monte María Cristina de Habsburgo y Lorena, y yo de la otra ladera en Ataque Seco, estamos clasificando el correo en una de las antiguas ‘mesas de batalla’ de nuestra “Gloriosa Casa de Correos”. Otros lo expresan con extrañeza y mucha curiosidad, más bien con una demagogia desmesurada. Yo creo que nuestra ciudad es una de las más bonita que existe en todo el territorio nacional, ya que si Barcelona disfruta de esos hermosos edificios modernistas, con su gran ‘Manzana de Oro’ en el Ensanche, Melilla más modestita posee el ‘Triángulo’ del mismo metal, con el vértice principal en la Plaza de España.

Y cambiando de tema, según el profesor Muñoz Alonso, Rector de la Universidad Complutense, en cierta ocasión el que fuera Ministro de Trabajo, José Solis Ruiz, al que llamaban `La Sonrisa del Régimen´, que era natural de Cabra, (Córdoba), le preguntaba para qué servía el latín, si era una lengua que solo la usaba la Iglesia, y en las misas, entonces el profesor le contestó: `Por de pronto, señor ministro, para que a su señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense, y no otra cosa´. Solo por curiosidad, a mí me encantaría saber cual es el gentilicio de un pueblecito de la Coruña, que se llama

Follanza, o los de La Polla, en Oviedo, y también el de Ávila, con el mismo nombre. Dice Carlos Fisas que si nos servimos de la etimología y el latín, cualquiera puede ser ministro pero no maestro. El término maestro deriva de ‘magister’, y este a su vez del adjetivo ‘magis’, que significa: ‘poner las capacidades y competencias en favor de los demás’. El ‘magister lo podríamos definir como el que destaca o está por encima del resto por sus conocimientos y habilidades. Por ejemplo, el ‘magister equitum’, era un jefe de la caballería, en la Antigua Roma, o el magister militum’, que era el jefe militar. El término ministro deriva de ‘minister’ y este, a su vez, del adjetivo ‘minus’ que significa, menos. El ‘minister’ era el sirviente o el subordinado que apenas tenía habilidades o conocimientos. Por tanto, queda demostrado que para ser ministro no hacía falta ser… nada, o sea de ojana. Y ahora si dejamos a un ministro y cogemos a un concejal, que no de la antigua Mesta, sino de cualquier ciudad, o pueblo de esta España de nuestras entretelas; no sé a ustedes, pero a mí me parece que es un ser que no está creado en nuestras vidas, ni mucho menos, pero está insertado en ellas sin que nadie le haya llamado que es lo que más te jode, y encima nos las administra, así por toda la jeró, y sin darte ninguna explicación, pero eso sí cobrando: ¡ahí, con dos cojones!. Y yo como una vulgar mosca cojonera, cada dos por tres le pregunto al Consejero o Consejera, por qué el nombre de Napoleón sigue figurando en nuestro callejero, recibo como respuesta un sepulcral silencio, o sea: ni mú, o ninániná, como decimos por estos lares. Pero como mientras hay vida existe la esperanza, puede que este edil, o edila, algún día le picarán el billete, y deba abandonar su remunerada poltrona, y el que lo sustituya caiga en la cuenta de que esa no es la forma correcta de comportarse con un ciudadano inquieto por la Cultura de la ciudad que representa. Ustedes que opinan, se tomarán en serio mi petición?. Porque así llevo casi veinte tacos de almanque.

P.D: Lo del Latín es: Memoria de la Historia, de Carlos Fisas, y lo de Napoleón y recuerdos de Melilla, son de un servidor de ustedes.

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