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Unos 280.000 euros de cultura y patrimonio prehistórico

Éste es el valor que tiene la exposición sobre el Sáhara Occidental que acoge el Hospital del Rey, según recoge un informe para el seguro publicado por el Boletín Oficial de Melilla.

Hay cosas en la vida que no tienen precio, que no se pueden pagar con una tarjeta de crédito. Una conversación con dos beduinos bajo una bóveda de pinturas rupestres en el desierto del Sáhara es una de ellas. Encontrar más de 1.500 pequeñas cuevas o recovecos en las rocas con pinturas rupestres de hace miles de años es otra. Tampoco se puede calcular el valor de una investigación de varios años de trabajo en el Sáhara Occidental. Pero las administraciones y las compañías de seguros ‘se empeñan’ en poner precios a los resultados de esas vivencias. La exposición ‘La prehistoria en el Sáhara Occidental’ tiene precio. Es 279.355 euros.
El Boletín Oficial de Melilla (BOME) publicó el viernes el inventario para el seguro de todas las piezas y materiales que se incluyen en esta muestra organizada por la Universidad de Granada y el Parque de las Ciencias.
En este informe se indica, entre otros, el valor de los fósiles que hay en una de las vitrinas, compuesta por trilobites, un coral grande y una rosa de Jericó. Este conjunto está valorado en 6.000 euros. También se cuenta con animales naturalizados, como una cría de jirafa (5.000 euros), un antílope sable (5.000 euros) o una gacela (6.000 euros). Y unos 100.000 euros es el valor que se da a todos los materiales que componen la escena de la jaima que se puede ver en esta muestra, desde las alfombras a la cantimplora de piel de cabra o las gigantes bolsas de viaje decoradas con motivos geométricos.

3,5 días para llegar
Pero los números no sólo están en el informe del seguro que ‘protege’ esta muestra. También hay cifras curiosas en las piezas que están a la vista del público en las salas de exposición del Hospital del Rey.
Tres días y medios es lo que tarda en llegar el equipo de investigadores de la UGR al lugar en el que están desarrollando sus estudios en el Sáhara Occidental. El camino se hace en coche, 14 horas como mínimo al día, atravesando Mauritania, Argelia y el territorio saharaui. En una parte del trayecto, el camino es tan malo que todo el equipo, incluido los vehículos, se montan en el tren del mineral más largo de todo el mundo. En Argelia, los arqueólogos son escoltados por la Gendarmería hasta por tres coches, en ocasiones blindados, para garantizar su seguridad y una vez que llegan a Tinduf, descansan un par de días.
En esta ciudad se reponen del viaje interminable y compran la comida y la bebida que necesitan para su estancia en el desierto. Una vez que se adentran en el Sáhara, no se puede adquirir nada, a menos que se mate a un camello, para disfrutar de carne fresca.
Una vez que llegan a la parte saharaui del Sáhara, comienzan con las inspecciones, la dataciones de las pinturas rupestres que encuentran y los restos arqueológicos y fósiles del terreno.

Navegantes del desierto
El profesor Francisco Carrión, director de la exposición, profesor de la UGR e investigador de este proyecto, asegura a El Faro que las mejores lecciones de historia no se dan en las universidades, sino en lugares como el Sáhara Occidental. Describe a los saharauis como unas personas muy cercanas y alegres, más incluso que los españoles. “Son la mejor gente del mundo”, apunta.
En uno de sus viajes conoció a un señor de 90 años que aseguraba que conocía el desierto tan bien que podía reconocer cada zona oliendo y tocando la arena. Carrión no se creyó la historia, pero hizo la prueba. Recogió 20 tipos de arena de diferentes zonas y cuando volvió a ver a este anciano le dio todas estas muestras. El saharaui describió cada lugar del que procedía la tierra. No se equivocó en ninguna. Incluso descartó una de las muestras, la tiró al suelo. Ésta procedía de Argelia y Carrión la ‘coló’ entre las del Sáhara para ver si podía engañarle.
A partir de este momento se dio cuenta de que los saharauis son “los navegantes del desierto”. Carrión vivió una aventura con estos marinos de arena y viento. De ellos aprendió que la leche de camella puede ser un antibiótico para los parásitos estomacales y que siete semillas de una determinada  planta actúa como un protector de estómago. Los saharauis son “grandes supervivientes”.

Plantas y animales
Una de las curiosidades de esta muestra es ‘la rosa de Jericó’. Se trata de una planta cuyas ramas están arrugadas. Puede pasar siete años sin recibir agua. Cuando llueve, sus hojas se abren y en menos de tres días hace su ciclo vital, nacen las flores más hermosas del desierto. Las acacias son los árboles más característicos de la zona, las collalbas son pájaros muy listos  que esperan a que dejes el lugar en el que estás para comerse las migas de tu comida y los cactus son plantas que nacen entre las grietas de las rocas, donde pueden encontrar algo de humedad. En cualquier lugar del desierto, prospera la vida.
Pero hace 10.000 años, la vida en el Sáhara era como la de una sabana  en la actualidad. La vegetación llenaba el horizonte y los mamíferos corrían por los valles.

Un foto de miles de años
En el neolítico no había cámaras de fotos ni revistas del National Geographic. Los humanos pintaban con óxido de hierro en las paredes de las cuevas lo que sabían de los animales que cazaban. Carrión explicó que en un abrigo formado por unas rocas encontraron cuatro pinturas iguales de una manada de gacelas que desfilaban por un río, la forma en la que aún hoy cruzan cuando llegan a una zona de agua. La particularidad de la pintura es que entre cada una de ellas hay una diferencia de unos 50 o 100 años, es decir, fueron realizadas por cuatro generaciones diferentes.
En esta zona del Sáhara la riqueza del patrimonio es enorme. En seis meses encontraron 380 cuevas  en un terreno de unos 40 kilómetros cuadrados. Se calcula que hay sólo en esta zona unas 1.500. Y la Unesco no puede proteger este patrimonio porque la ONU no reconoce al pueblo saharaui como un país independiente, explica Carrión. De forma que tanto los restos de herramientas neolíticas, como los enterramientos o las pinturas rupestres están expuestas al expolio y a la degradación por el paso del tiempo y la climatología.
Algunas de las piezas que encontraron fue una piedra que utilizaban para cortar la médula ósea de los animales que tiene 1,5 millones de años o unas bifaces, la navaja suiza de hace un millón de años.

Más historias
El recorrido por esta exposición pasa de mostrar el medio físico y los animales del Sáhara en la actualidad a dar a conocer al público cómo se vivía en esta zona del planeta cuando era una sabana. Se describen las escenas de caza e incluso, se pueden ver reproducciones de las armas con las que mataban a los animales, como ‘un propulsor’ en el que insertaban una lanza ligera para que se clavara con más fuerza en el objetivo.
También se describe el trabajo de los arqueólogos y cómo es la vida en la actualidad de los beduinos a través de una jaima. La visita finaliza en una sala en la que se muestran los enterramientos en el Neolítico, muy similares a los que se realizaban en Europa (6.000 euros).

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