Javier Imbroda Ortíz ha sido distinguido este año, a título póstumo, con la Medalla de Oro de Melilla. Habrá personas que la merezcan tanto como él pero seguro que nadie más que él, que paseó el nombre de su tierra por toda España y buena parte del extranjero por ser lo que era, uno de los mejores entrenadores de baloncesto que ha dado nuestro país.
Este melillense ilustre ha conseguido, además, algo que no está al alcance de cualquiera: ha hecho que todos los grupos políticos de la Asamblea se pongan de acuerdo y voten a favor de la propuesta que, en marzo pasado, realizó el PP en ese sentido.
Por fin, una unanimidad manifiesta y celebrada por el conjunto de los representantes políticos, puestos todos ellos detrás de un hombre de talento excepcional, que consiguió lo que se proponía, ya fuera en el deporte, en la empresa o en la política. Esa votación unánime a favor de la iniciativa planteada por el PP demuestra claramente que cuando la ocasión lo merece, se puede estar a la altura de lo que los ciudadanos reclaman, que no es otra cosa que acuerdos y diálogo entre los grupos.
Otro detalle que también merece la pena resaltar es que, desgraciadamente, la Medalla de Oro llega tarde; Javier Imbroda no ha podido ver que sus paisanos le homenajean y le honran con la máxima condecoración que Melilla otorga a sus elegidos. Ni siquiera le dio tiempo a saber que todos los partidos políticos se han puesto de acuerdo para ensalzar su figura con tan alta distinción.
Lo único que sí supo en su día es que pretendieron quitar su nombre al Pabellón Polideportivo, una decisión que, con el tiempo, cuando el Gobierno maduró y se dio cuenta de su error, dejó decaer hasta que la idea quedó olvidada por todos. De sabios es rectificar y en este caso se hizo para que prevaleciera lo que era de justicia; es decir, que el pabellón debía llevar el nombre del melillense más grande que la ciudad ha dado en el mundo del deporte.
Y, por supuesto, merecidísima también la calle para la matrona Yamina Mizzian, una mujer de bandera, una rifeña pionera a la hora de salir fuera de Melilla para estudiar lo que le gustaba y que trabajó toda su vida con el objetivo puesto en hacer de los partos la mejor experiencia posible de cara a las madres.
Sin duda, se trata de dos personajes melillenses muy reconocidos y queridos por todos. Por una vez, y ojalá sirva de precedente, la Asamblea de la Ciudad Autónoma acierta de lleno a la hora de conectar con la sociedad a la que sirve.
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