Una nueva victoria policial contra la yihad. Sin embargo, no debemos olvidar que la operación llevada a cabo ayer en Melilla, Ceuta, Barcelona y en la localidad marroquí de Castillejos sólo es una batalla ganada en una ‘guerra’ que no se adivina corta.
Aún queda mucho camino por recorrer antes de que podamos considerar definitivamente descartada la amenaza del fanatismo religioso. Nuestras mejores armas siguen siendo la cooperación internacional, el trabajo de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y la acción de la Justicia. Son los mejores argumentos contra la barbarie vivida el martes en una cafetería de Sidney o la masacre sufrida ayer mismo en una escuela del Ejército paquistaní, donde los fanáticos asesinos acabaron con la vida de 132 personas.
Este año nuestra ciudad ha sido escenario de cinco operaciones que se han saldado con 15 detenidos. La labor de los investigadores policiales ha permitido retirar de la circulación a presuntos terroristas en potencia o a colaboradores de esa sinrazón. Luego serán los jueces quienes decidan si hay suficientes pruebas para considerarlos culpables. Sin embargo, el mensaje con el que cerramos este 2014 que está a punto de finalizar ha quedado muy claro para quienes pretenden hacer de nuestra ciudad un centro de sus operaciones delictivas. Nuestra Melilla multicultural, tolerante y acogedora no se resigna a convertirse en santuario del fanatismo religioso. No lo aceptamos los cristianos, los judíos, los hindúes y, mucho menos, los musulmanes. Ninguna de las religiones que conviven pacíficamente en nuestra ciudad tolera ningún tipo de actos de violencia. Es igual la vestimenta bajo la que los asesinos traten de ocultar sus crímenes. Del mismo modo que antes se arrebató a otros la bandera tras la que ocultaban sus asesinatos, extorsiones y secuestros, ahora hay que hacer salir a estos terroristas y a sus colaboradores del parapeto religioso tras el que intentan protegerse. No hay sitio para ellos en ninguno de nuestros templos. Si la existencia de estos asesinos no tiene justificación en ninguna parte, con menos razón aún pueden pretender encontrarla en Melilla.
Los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, con la colaboración de sus compañeros de los países vecinos, están cumpliendo con su función. Pero para que su éxito sea definitivo, necesitan contar con la absoluta colaboración ciudadana, no sólo facilitando cualquier información que permita identificar y arrestar a sospechosos, sino también aislando socialmente a cualquier individuo que exprese el más mínimo apoyo hacia los fanáticos. Frente a un asesino no es aceptable el menor gesto de empatía ni justificación de ningún tipo. Es imposible exponer un solo argumento religioso para defender el dolor provocado por un fanático como el secuestrador de Sidney o para apoyar la acción de los salvajes que ayer ocasionaron la masacre de Pakistán.
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