La Guardia Civil rescató ayer a siete menores de un remolque de chatarra que iba a embarcar con destino a la península.
Iban como polizones y su deseo de llegar a la ‘tierra prometida’ les impide ver el peligro real que corren sus vidas en llevar a cabo su objetivo, pues puede que al final vean una ‘tierra prometida’ muy diferente a los puertos de Málaga, Almería o Motril. Los agentes de la Benemérita salvaron a tiempo a siete de ellos, y requirieron la ayuda de los Bomberos para excarcelar a dos, que habían quedado atrapados sin poder salir por sus propios medios.
Tal era el estado de estos dos menores que los servicios sanitarios tuvieron que reanimarles.
No es la primera vez que la Guardia Civil se encuentra con menores escondidos para colarse como polizones en los buques que unen Melilla con la península. De hecho, su labor incansable salva las vidas de estos muchachos que no ven o no quieren ver el peligro.
El pasado mes de marzo, el Instituto Armado dio cuenta de los 350 rescates realizados en similares circunstancias. Encuentran a los polizones escondidos en los lugares más insospechados, con grave peligro para su salud y su integridad física. En definitiva, para su vida.
Parece que no hay medida eficaz para impedir que estos menores, en su mayoría de origen marroquí, intenten en incontables ocasiones colarse en los barcos ocultos en los huecos más inesperados y peligrosos.
Ayer salvaron a siete y con ellos ya son más de 6.700 las personas rescatadas por la Guardia Civil en el puerto y sus inmediaciones este año, de las que 3.327 eran menores de edad y el resto, adultos.
Ayer no hubo que lamentar males mayores, a pesar de la angustia que tuvieron que sufrir porque dos de los menores rescatados ayer aseguraban que había uno más escondido entre la chatarra. Después de rastrear a fondo el remolque descartaron que hubiera más personas escondidas en remolques y bateas.
No es muy difícil imaginar cuál sería el final de aquéllos, menores y adultos, que se esconden en estos lugares si los agentes de la Guardia Civil no estuvieran permanentemente atentos. Gracias a su labor no hay que lamentar un trágico suceso del que únicamente tendríamos noticia cuando el barco llegara a su puerto de destino.
Al menos, si no existe una medida efectiva para impedir que menores y adultos arriesguen sus vidas para llegar a la península en estas condiciones, la labor de los guardias civiles en el puerto seguirá siendo la única, y por el momento esencial, que pueda evitar lamentar una tragedia.
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