Categorías: Cultura y Tradiciones

“Una separación es una pieza de ajedrez, todo lo que está cerca se trastoca”

 Alberto Jiménez asegura que ‘Maridos y mujeres’ es una obra terapéutica para los actores y para el público, pues hace que las personas se replanteen sus relaciones de pareja.

Alberto Jiménez forma parte del grupo de actores que llega el próximo fin de semana a Melilla con la obra ‘Maridos y mujeres’, una adaptación al teatro de la película de Woody Allen. Liam Neeson era el actor que interpretaba su personaje en este largometraje. Jiménez aseguró a El Faro que nunca ha estado en Melilla, pero que su visita es una deuda que tiene con la ciudad. Su padre es melillense y nació en el número 8 de la calle Murillo. También su abuelo estuvo muchos años viviendo en Melilla así que destacó que sus orígenes están enraizados en la ciudad.
–¿Cómo conoció este proyecto?
–He trabajado en varias obras en ‘La Abadía’, la productora, y el director Álex Rigola consideró que yo estaba dentro del paisaje humano que él imaginaba para el espectáculo. Me llamaron y acepte. Rigola pensó: ¿Qué actor español se parece a Liam Neeson en España? Pues Alberto Jiménez (risas). Somos igualitos... Soy como Neeson, pero a la española es decir, bajito, calvito y rechonchete (risas).
–¿Es una oportunidad interpretar un texto de Woody Allen?
–Claro. Allen uno de los grandes creadores de esta época. He visto la mayor parte de sus películas así que el poder interpretar uno de sus personajes de una historia dirigida y escrita por él me hacía ilusión. También hemos podido comprobar que la gente se siente atraída por este proyecto. Tiene  la firma de Allen, es decir, la capacidad de hacer comedia y a la vez utilizar este género para contarte cosas profundas que llegan al alma del ser humano. Así se ha comprobado todo este tiempo que llevamos haciendo la función. Es fácil, pero también sales del espectáculo diciendo hay que ver las cosas que nos han contado. 
–¿Conocía la película ‘Maridos y mujeres’?
–La vi cuando se estrenó, pero no me acordaba bien. Cuando me ofrecieron hacer este espectáculo la volví a ver, pero por encima. Tampoco me quise contagiar mucho. Cuando haces un trabajo que ya han hecho otros actores siempre es mejor no incidir mucho en eso, porque estás al principio del proceso de adquirir ese personaje. Es mejor no condicionarse. Ahora que ya la estrenamos y que estamos de gira, me apetecería verla con más detenimiento. Ahora que ya nuestra propuesta es sólida la vería para comprobar las cosas en las que se diferencia o parece mi personaje al de la película.
–¿Cómo describiría a su personaje?
–Allen no escribe ningún personaje sencillo. Aunque lo parezca, siempre tiene detrás una historia. En mi caso, el personaje es un tipo sencillo que no encuentra pareja y que tiene dificultad para ello. Tuvo una novia hace años y se acaba de separar de nuevo. Su deseo es encontrar una mujer con la que poder compartir su vida y eso no termina de suceder. Conoce a Alicia (Elisabet Geralbert) que se acaba de separar y se enamora locamente de ella. Se hace a la idea de querer encontrar a esa media naranja con la que compartir el resto de su vida y le hace ilusión estar con ella. Pero Alicia no se separa y este personaje se queda a mitad de camino. Luego decide abrir otra relación con otro de los personajes femeninos de la obra que es Carlota interpretado por Nuria Mencía. Es un tipo que busca de alguna manera lo que el resto de personajes, a su media naranja. Pelea por ello. Pero con la dificultad con que la persona que crees que puede ser esta pareja ideal no termina de completarse y eliges a otra porque parece más probable. Es la pelea que tenemos todos los seres humanos con nuestra vida sentimental.
–¿Se habla de amistad en esta obra de teatro?
–Siempre se habla del individuo, pero en relación a otros. No habla de seres aislados del resto, sino de lo que le pasa al ser humano cuando intenta establecer relaciones de largo tiempo con otras personas. Creo que es lo que de alguna manera se ha querido contar con esta obra. Esta pelea diaria que tenemos al relacionarnos con el resto del mundo y que el resto del mundo no deja de ser otros individuos que tienen sus propias problemáticas. Es una historia que está escrita por Allen en Nueva York en los 90. Escribe sobre lo que conoce, es decir, una sociedad neoyorquina. Puede surgir la duda de si tiene relación 20 años después con España y te das cuenta de que sí tiene interés en nuestro tiempo. Allen tiene la maestría y la sabiduría de contar cosas que son universales y que da igual que lo haga 20 años después en otro país. Lo que está contando llega a la gente de una manera brutal. Nosotros incluso lo hacemos a tres bandas, es decir, con el público alrededor del escenario y cuando lo hacemos a la italiana en teatros grandes estamos casi todo el tiempo en el patio de butacas. Tenemos mucha relación con el público. Además, como estamos en el escenario aunque no estemos interpretando podemos ver y observar las reacciones del público y te das cuenta que la mayoría de la gente hace gestos o comentarios de las cosas que están diciendo los personajes. La gente mueve la cabeza o habla, por ejemplo, en Zaragoza que nos decían cosas como “ya te lo has ganado”. Lo que dicen los personajes tiene relación directa con lo que le pasa a la mayoría del público.
–Así que surgen muchas anécdotas en las funciones.
–Sí. Luis Bermejo cuenta que en uno de los momentos que está en el escenario, pero no en la escena  principal, vio algo curioso. Alicia, la mujer con la que mi personaje intenta mantener una relación, tras hacer el amor, dice que que es muy cerebral cuando practica sexo y eso le dificulta llegar al orgasmo. Bermejo cuenta que vio a una chica que empezó a asentir con la cabeza como diciendo que eso también le pasaba a ella. Esta joven no se dio cuenta de que uno de los actores la estaba mirando y en la intimidad de su butaca observando la función no se percató de lo que hacía.
–¿Se ponen sobre la mesa cosas que no se hablan ni con los amigos?
–La estructura de la película la hemos conservado aunque adaptándola a la escena.  Los personajes en la película de repente hablan a la cámara como si fuera el terapeuta. En la adaptación al teatro, y me parece una elección inteligente de Rigola, el terapeuta es el público. Nosotros hablamos con el público como si fuera el terapeuta grupal, por decirlo de alguna forma. Cuando estás con el terapeuta tienes la ocasión de contar cosas íntimas que a lo mejor ni si quiera eres capaz de contar a tus propios amigos. Tiene ese punto de que el público juegue a escuchar cosas muy íntimas que sólo se dicen en una situación muy concreta que es la terapia. En ella te permites tocar cosas que no te atreves ni si quiera a contar a tu pareja ni a tus amigos.
–¿Los protagonistas hacen como en la vida real e intentan escurrir la cupla?
–No lo sé. Creo que es la primera vez que alguien nos plantea algo así. Pero sí. Es verdad que pasa eso recordando algunas de las escenas. Los dos personajes del principio de la obra que deciden separarse y que provocan los sucesos del resto de la trama se echan la culpa uno al otro. Allen, que es un maestro, no escribe nada que no esté absolutamente meditado. No hay nada banal y está todo muy reflexionado. Él muestra cómo cuando las parejas están discutiendo a lo primero que recurren es echar la culpa a otro.  
–En esta obra se ve cómo el mundo se puede derrumbar si unos amigos deciden cambiar algo de sus vidas.
–Todos tenemos amigos que son pareja y cuando deciden separarse provocan no sólo el disgusto de los que están a su alrededor porque les quieran y les aprecian, sino porque  es también inevitable no cuestionarse cómo estamos nosotros respecto a nuestra pareja. En este sentido, creo que el planteamiento de Allen cuenta algo que es muy común. Cuando alguien decide separarse la gente que está su alrededor sufre los cambios. Una separación es como un movimiento de ajedrez que hace que todo lo que está cerca de esas piezas se trastoque y se cuestionen si ellos también están en crisis y que una opción posible puede ser separarse. Rigola asegura que ha sido muy terapéutico hacer este trabajo pues te cuestionas muchas cosas que tienen que ver con tu vida y con tu pareja.
–¿Cuáles son sus siguientes proyectos?
–Bueno, ahí estamos, naufragando con alegría. En mi caso, el año pasado estuve haciendo televisión. En ‘Amar en tiempos revueltos’ estuve casi un año y medio. Hasta ese momento nunca viví una experiencia así y estoy muy contento con esto. Pero ahora el teatro es más tranquilo, aunque me viene muy bien porque soy padre de dos niños y así tengo más tiempo para estar con ellos. Parece que la cosa en mi caso está bien, siempre podría estar peor y mejor. Antes de ‘Maridos y mujeres’ estuve en la representación de ‘Doña Perfecta’ y la van a retomar tras el verano, así que tengo la continuación de algunos proyectos.

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