Nos habían prometido un túnel de luces en el centro de la ciudad y lo tenemos y además es maravilloso. También tenemos un muñeco de nieve a todo LED, la casita de Papá Noel, el Belén, el árbol de Navidad en la Plaza de España; la Bola en la Plaza de las Culturas y un Parque Hernández lleno de actividades infantiles. Ésta es, con diferencia, una de las navidades más variadas que se recuerdan en Melilla.
Por eso quizás, en víspera de Nochebuena, la Avenida estaba a reventar de personas que apuraban la apertura de los comercios para hacer compras de última hora. Melilla olía a castañas asadas y a fiestas. Todo el mundo estaba en sus marcas y listo para la llegada de Santa Claus, este año con temperaturas primaverales.
Se respira la felicidad en el ambiente pese a que la situación económica no invita a hacer gastos superfluos. Pero es lo que tiene la alegría: se contagia. Es de las pocas cosas que no se pueden ocultar.
Esta semana tenemos actividades organizadas por Cultura, Deportes y Medio Ambiente y la gente de Melilla nota que la oferta ha aumentado de manera abrumadora. No hay que hacer inventos mayores para entretener a los niños que se han quedado estas vacaciones de Navidad en la ciudad. Todo lo contrario. Las familias no dan abasto para participar en todo lo que se ha montado este año.
Incluso quienes critican el Belén, que en esta ocasión ha suprimido los animales, reconocen que el aumento de la oferta cultural y la iluminación compensan lo que echan en falta. Tal y como está el centro de alumbrado, dan ganas de pasear por Chacel y O'Donnell. Dan ganas de recorrer la Avenida y entrar a las tiendas, comprar y regalar.
Estos días, da gusto ver a las familias musulmanas visitando el Belén o disfrutando de estas fiestas que son de todos. Porque eso es lo grande que tiene Melilla. Aquí las fiestas son de todos. Y que así sea por los siglos de los siglos.