Categorías: Editorial

Una muerte anunciada

La noticia llegó a El Faro de Melilla a primera hora de la tarde de ayer, pero desde hace un mes nos temíamos que algo así podía ocurrir.

El pasado 26 abril la mayor parte de nuestra portada la ocupaban cuatro fotografías que mostraban el peligrosísimo camino que habían ideado los menas tras la instalación de una garita de la Guardia Civil en la cuesta de la Florentina. Días después, el 9 de mayo, advertíamos de que la verja que se había instalado en un lateral del faro para impedir el paso de estos menores no serviría de nada, sólo para hacer aún más arriesgado ese camino. Y cinco días más tarde mostrábamos, de nuevo en la portada de El Faro, cómo los menas sorteaban la verja con una peligrosísima maniobra.
En todas estas ocasiones denunciamos tanto la pasividad de la Consejería de Bienestar Social como su lentitud e incapacidad para adoptar una medida eficaz que pusiera fin a este problema. Advertimos del riesgo de que ocurriera una desgracia si los responsables de la Consejería continuaban con las manos cruzadas.
Ayer, 26 de mayo, un mes después de la publicación el 26 de abril de la primera información alertando de la situación, en el fondo del acantilado, a los pies del faro de Melilla La Vieja, agentes de la Guardia Civil recuperaron el cadáver de un varón de origen magrebí.
Horas después de conocerse la noticia, la Consejería de Bienestar Social guardaba aún silencio. Su máxima responsable, María Antonia Garbín, se limitó a señalar a El Faro (vía whatsapp) que no tenía constancia de que el fallecido fuera un menor. Y añadía que parecía adulto.
Esa contestación de la consejera es el adelanto de lo que se va a producir a partir de ahora: La pelota va a ir saltando de departamento en departamento, de administración en administración para tratar de quitarse el muerto de encima, que en esta ocasión no es una frase en sentido figurado sino una perfecta descripción de lo que ocurrirá. No ocurrirá, en cambio, que alguien con nombre y apellidos asuma la responsabilidad política por este suceso. Pensar en una hipotética dimisión o cese fulminante de un cargo público es ciencia ficción. De hecho, el caso tal vez tampoco tenga mucho recorrido en los juzgados de nuestra ciudad. Puesto que no es la primera vez que aparece el cadáver de un inmigrante y se da carpetazo al asunto con el argumento de la supuesta dificultad para identificar a la víctima.
En este caso, en cambio, cabe la posibilidad de que el fallecido no sea un desconocido. Si se trata de un menor, es muy probable que su nombre y apellidos estén registrados en el Centro de La Purísima. También es muy posible que se encontrara bajo la tutela de la Ciudad  Autónoma si es cierto que llegó a Melilla hace dos semanas, como explicaron ayer a El Faro algunos menas.
Sin embargo, a pesar de todo ello, es presumible que la única justicia puede esperar esta muerte sea la denuncia pública en los medios de comunicación que quieran hacerse eco como merece de esta tragedia.
Este suceso, afortunadamente, no forma parte parte del panorama diario de Melilla, pero sí es una buena muestra de la indiferencia que en la Consejería de Bienestar Social despierta la situación de los menas en nuestra ciudad. Podrá comprobarlo personalmente Soledad Becerril, la defensora del Pueblo, si es cierto que ayer inició una visita sorpresa a nuestra ciudad, como señalaron algunas fuentes a El Faro, una información que no pudo ser confirmada. También podrá comprobar el sinsentido de instalar una Oficina de Asilo a la que no pueden acceder parte de los inmigrantes (los subsaharianos) para precisamente solicitar asilo.
Hay muchas cosas que escapan al sentido común y a la razón en Melilla. Algunas, como el suceso ocurrido ayer en el Pueblo, llenan de rabia a la gente de bien porque se trata de una muerte que se podría haber evitado con un poco de interés, preocupación y responsabilidad. Y al mismo tiempo causan un gran desasosiego y preocupación porque, después de la primera muerte, ayer aún no se ha tomado ninguna medida efectiva para evitar una segunda. La única preocupación de la consejera de Bienestar Social parecía ser constatar si el fallecido era menor o mayor, lo que daría una buena excusa para tratar de quitarse el muerto de encima.
Ver para creer, señora Becerril. Y valor para denunciar.

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