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Una mirada al faro de Melilla la Vieja

El Día Mundial de los Faros se celebra cada año el 7 de agosto. Esta fecha especial está dedicada a reconocer la importancia histórica, cultural y marítima de estos emblemáticos faros que han guiado a los navegantes durante siglos. Con esta celebración, además, se pretende valorar el patrimonio marítimo, concienciar sobre la seguridad marítima y promover el turismo, dando a conocer la belleza y el valor histórico de estos monumentos. 

Los faros son construcciones llenas de historia, que han sido testigos de innumerables aventuras marítimas. Su función principal es guiar a las embarcaciones, especialmente en condiciones climáticas adversas o en zonas peligrosas. Muchos faros son considerados monumentos históricos y arquitectónicos de gran valor.

Y uno de estos monumentos históricos es nuestro querido faro que se encuentra situado en Melilla la Vieja, cuya historia y belleza arquitectónica lo hacen un lugar único en la ciudad autónoma. 

Un poco de historia

La torre original se erigió en el siglo XVI como parte de las murallas de la Ciudadela de Melilla y es conocida como la Torre del Peñón, que servía de atalaya para vigilar la costa y proteger la ciudad de posibles ataques enemigos. 

Sin embargo, el faro de Melilla la Vieja, tal y como lo conocemos actualmente, no comenzó a construirse hasta el año 1916. Fue el ingeniero Manuel Delgado quien diseñó una torre de quince metros de altura de estilo neomudéjar en armonía con el resto del Pueblo. 

Durante su historia, el faro ha sido testigo de numerosos acontecimientos históricos, desde las guerras y batallas que marcaron la región hasta el desarrollo y crecimiento de la ciudad autónoma. Hace más de cuarenta años, en 1983, el faro fue sometido a una importante remodelación que automatizó el sistema de iluminación, adaptándolo a las nuevas tecnologías y necesidades de la navegación moderna.

Un lugar que enamora

Pero, más allá de su evidente función, el faro es un lugar que enamora. Puede ser una de las estampas más fotografiadas de nuestra querida Melilla y no es de extrañar. Su diseño arquitectónico, con arcos de herradura y azulejos de colores, lo convierten en un edificio de lo más singular. A esto se le suman las impresionantes vistas panorámicas del Mediterráneo que ofrece desde su torre. 

En su interior, además, se encuentra un museo dedicado a la historia de la navegación y de los faros, con una amplia colección de instrumentos náuticos, mapas, fotografías y otros objetos de interés.

Como todo lugar con una larga historia, el Faro de Melilla la Vieja está envuelto en leyendas e historias que alimentan su aura de misterio y fascinación. Una de las leyendas más populares habla del fantasma de un antiguo farero que murió en el mar y que se dice que vaga por la torre del faro.

En definitiva, es un lugar mágico que invita a los visitantes a sumergirse en un viaje a través del tiempo.

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