El encuentro de esta mañana del presidente Juan José Imbroda y su homologo ceutí Juan Jesús Vivas con el ministro de Educación, José Ignacio Wert, es una de las reuniones más importantes de las que la máxima autoridad local puede mantener con un miembro del equipo de Mariano Rajoy. Melilla se juega mucho en una cita como la de hoy. Su futuro está determinado en gran medida por el grado de preparación de la población que habite en la ciudad. En la actualidad, los estudios colocan a Melilla en un lugar calamitoso en relación con el resto de regiones del país. Y precisamente ese bajo nivel de éxito académico se corresponde con una de las cotas más altas de desempleo, lo que hace atisbar un futuro poco prometedor si esta tendencia no sufre un giro radical. Por ello la receptividad del ministro Wert, más allá de la estéril polémica sobre la “avalancha marroquí”, tiene una gran trascendencia para Melilla. Porque las infraestructuras de la ciudad y las plantillas de docentes no sólo deben equipararse en cantidad y calidad a las del resto del país, sino que deben ser aún mayores por dos motivos. Para superar la situación actual, producto de la inoperatividad de los últimos años. Y para poner solución a los particulares problemas que presentan los alumnos de esta ciudad, con unas características sociales y culturales que hacen difíciles las soluciones genéricas que se aplican en otros puntos del país.
Hoy, el ministro Wert debe demostrar la suficiente inteligencia para dejarse asesorar por quienes conocen de primera mano la situación de la Enseñanza en ambas ciudades autónomas. De otro modo, los desastrosos porcentajes de fracaso escolar continuarán pesando como una losa sobre Melilla y Ceuta, que ven cómo la prosperidad social de otras regiones es una meta inalcanzable para ambas. Hoy, el ministro debe tener la seguridad de que las dos ciudades no van a poner sobre la mesa nada que en justicia no les corresponda, a pesar de que se les haya negado una atención justa durante años.