Es todo un ejemplo de lucha. Ha compensado sus problemas a la hora de expresarse siendo muy meticulosa y trabajadora. Eva Aguilar Mediavilla (1973, Sitges, Barcelona), hoy profesora del departamento de Pedagogía Aplicada y Psicología de la Educación de la Universidad de las Islas Baleares, expondrá hoy su caso personal en la conferencia ‘Una historia de superación del Trastorno Específico del Lenguaje (TEL)’, programada a las 19:00 horas en el centro asociado de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Organizada por la Viceconsejería de la Mujer y de la Juventud, pretende ofrecer referentes femeninos a la sociedad.
Haciendo honor al título de la ponencia, Aguilar Mediavilla explica a El Faro que intentará lanzar un mensaje positivo a las familias ejemplificándolo en ella misma: a pesar de que tuvo dificultades para aprender a hablar, pudo estudiar estudios superiores y hacer incluso un doctorado y hoy es profesora universitaria y una experta a nivel nacional en este trastorno.
El TEL, que afecta al 7% de los niños, se denomina también ‘trastorno invisible’ dado que es difícil de diagnosticar. Y esta docente recalca que es esto lo que precisamente agrava los problemas de los niños por lo que hace hincapié en la importancia de la detección precoz.
Aguilar concreta que este trastorno entraña un retraso a la hora de adquirir el lenguaje oral y a veces también el escrito, pero no hay ninguna dificultad auditiva, motriz o cerebral que pueda explicar este problema. Y los que lo sufren, o no aprenden a hablar o utilizan un lenguaje muy sencillo.
“Ya hablará...”
“Afecta a muchos niños pero es desconocido. Hay padres que llevan a su hijo a profesionales pero estos no conocen este trastorno. A lo mejor es un niño de dos años y le dicen: ‘Ya hablará...’. Y no le hacen el diagnóstico hasta los seis”, lamenta.
“Cuesta diagnosticarlo porque todos los niños tienen algo de lenguaje pero a veces no es suficiente para poder expresarse”, añade Eva Aguilar. Pero apunta que cuando se interviene con chavales más pequeños se pueden paliar muchos de los problemas asociados a esta dolencia.
Porque no solo implica un trastorno del lenguaje sino que también acarrea dificultades para relacionarse con los demás al no poder expresarse bien, lo cual desemboca en una falta de habilidades sociales.
En su propio caso, Eva Aguilar fue una niña con un desarrollo motriz muy temprano y aprendió a andar con tan solo nueve meses. Sin embargo, fue creciendo y apenas balbuceaba y se dedicaba a señalar las cosas para comunicarse. Su hermana nació después y comenzó a expresarse antes que ella.
“Fui una niña difícil por todos los problemas asociados al lenguaje”, recuerda. De esta manera, sus carencias para expresarse se materializaban en malos comportamientos como rabietas continuas o tirarse al suelo.
Indica que en aquellos tiempos aún se conocía menos este trastorno. Ella entendía bien y sus únicas dificultades eran a la hora de expresarse. Tampoco tuvo problemas de lectoescritura y sus padres, que eran maestros, le enseñaron a leer por medio de un método multisensorial que asocia gestos, imágenes y sonidos, y que se utiliza con niños que sufren sordera. “Fue una casualidad que lo utilizaran pero a mí me vino bien”, señala.
Habilidades sociales
“He compensado mis problemas a la hora de expresarme siendo muy meticulosa y constante”, subraya. Por ello, los años de Primaria transcurrieron con cierta normalidad. El problema vino al pasar al instituto dado que era un nuevo contexto y la adolescencia lo complicó todo aún más. “Las habilidades sociales eran más complicadas”, recuerda. Esto hizo que incluso sufriera acoso escolar y algunos de sus compañeros la insultaban.
Y empezó a suspender. No obstante, también recibió la ayuda de muchos otros de los alumnos y pasó a la Universidad. Empezó a estudiar Psicología y la mayoría de los exámenes eran tipo test. Y sacaba dieces. “Tenía todo el conocimiento y no me tenía que expresar, así que sacaba buenas notas”, detalla. El problema venía con las pruebas de redacción. “Yo sabía que por mucho que me esforzara, no sacaría más de un cinco”, comenta. Sin embargo, siempre ha sido buena en las capacidades lógico-matemáticas y espaciales.
Un guión de todo
Cuando comenzó con el doctorado, también tuvo más dificultades. “Me cuesta todo más que a otras personas. Necesito tener un guión. No puedo improvisar. Pero soy muy testaruda y trabajo mucho”, apunta.
Hoy es profesora universitaria y esa constancia hace que sea muy buena gestionando por lo que también asume responsabilidades en su departamento, además de formar parte de una asociación internacional de trastornos alimentarios, entre otros cargos.
“Pero no todos los niños son así”, insiste, a la vez que añade que hay muchos pequeños con dificultades en el lenguaje a los que se hace pensar que son “tontos”. Para ella, la clave de la superación reside en fomentar las cosas en las que uno es bueno: “El lenguaje no es tu fuerte pero tienes otras habilidades”.
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