“Era una familia que no se relacionaba con nadie”

  • Un hombre ha sido detenido en su casa en la calle Cuesta la Viña por financiar una red de captación de terroristas. Muchos vecinos temen que el arresto dañe la imagen del barrio

El barrio del Rastro vio ayer alterada su normalidad. Desde las siete de la mañana seis furgonetas de la Guardia Civil y varioes agentes con chalecos antibalas blindaron la calle Cuesta la Viña. Pocos minutos más tarde una nube de periodistas ocupó la zona. Los curiosos también se iban sumando minuto a minuto. ¿Qué ha pasado?, preguntaban muchos con cara de sorpresa. La respuesta: Un hombre de 40 años de origen marroquí y nacionalidad danesa había sido detenido a primera hora de la mañana. Tras el arresto, los agentes protagonizaron un registro de casi 14 horas en su domicilio. Finalmente, sobre las 20:30 horas la Benemérita salía de la vivienda con el arrestado.

El hombre que responde a las iniciales M.E.M. supuestamente financiaba una red internacional de captación y habría logrado enviar al menos a 10 yihadistas a zonas de combate.

Yosain regenta una tienda muy cerca del hogar del detenido y cuenta que apenas conocían al hombre. “Era una familia que no se relacionaba con nadie. A mi tienda nunca han venido para comprar”, señala.

“Parecía un hombre legal y buena gente”, dice Abdelah, un vecino de la zona. Asegura que no podría imaginar que en esa vivienda de aspecto acogedor podría vivir una persona relacionada con el terrorismo.

Por otra parte, Belén, una vecina de Averroes,  cuenta que su padre vivió en la calle Cuesta la Viña durante 20 años y que la casa en la que residía el arrestado siempre ha estado ocupada por “gente normal”. Cree que en la vivienda vivían dos niños pequeños. “Por zona le correspondía el colegio Juan Caro o el Mediterráneo”, apunta. Belén insiste en que El Rastro es un barrio “sin peligro”, en el que se pueden entablar conversaciones con los vecinos “sin temor”. Reconoce que el problema está en que muchas veces las cosas suceden de puertas para adentro.

“Si están registrando su casa  durante tantas horas, es por algo”, considera Farid, también vecino del Rastro. No obstante, sus pensamientos están divididos: “¿Y si se han equivocado y todo este registro ha sido un error?”, se pregunta. “También ha habido casos en los que los agentes se han equivocado de hombre y luego tienen que cumplir condena siendo inocentes”, indica.

Temor a las consecuencias

Muchos vecinos piensan que este tipo de situaciones puede alimentar la discriminación y el racismo por parte del resto de la población. Además, temen que el discurso que manejan los extremistas, que tiene como objetivo representar a los musulmanes como víctimas y a los occidentales como verdugos, cale muy hondo entre la población.

Sólo desean que todo vuelva a la normalidad lo antes posible. Quieren presenciar cómo los hombres degustan té en los cafetines, mientras juegan al dominó, y cómo las mujeres y los niños compran dulces, que chorrean miel, en las confiterías. Un día normal en el Rastro sin alertas relacionadas con el terrorismo.

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