Alos vecinos de Palma Santa hay que reconocerles la paciencia que durante más de una década han venido demostrando. Ése es el tiempo que llevan aguardando a que dé el primer paso alguna de las autoridades que tienen en sus manos la posibilidad de resolver su problema. Porque para conseguir el desalojo del poblado de chabolas de Palma Santa se necesita una voluntad de entendimiento de la que no han hecho gala los responsables de las distintas administraciones en los últimos diez años. Y este desencuentro lo han acabado pagando los residentes de las viviendas próximas al poblado, que con el paso de los años han visto cómo a la primera chabola le han seguido otras muchas más hasta llegar al centenar que a día de hoy contabiliza la Delegación del Gobierno.
Los vecinos afirman estar hartos de llamar a todas las puertas para poner fin a esa situación. Sin embargo, ni la fuerza de sus argumentos parece suficiente para que una Justicia lenta, tediosa e ineficaz les dé la razón.
La solución deseada por los inquilinos de las viviendas de Palma Santa pasa por el desajolo y derribo de todas las chabolas. Pero esa medida no es suficiente para poner fin al verdadero problema que ha hecho surgir el poblado y que no es otro que un Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes desbordado. Ese es el único motivo que empuja a los inmigrantes a vivir en las condiciones que ofrecen las chabolas. Probablemente, ninguno de ellos abandonó su país de origen con el sueño de llegar a Melilla para asentarse en un poblado que no garantiza ni unas mínimas condiciones higiénicas y ni expectativa alguna de futuro.
Las personas que viven en cerro de Palma Santa, tanto los que residen en viviendas como los que malviven en las chabolas, son víctimas de la desidia de los responsables políticos que deberían haber puesto solución al problema antes de que llegar a la dimensión actual y de que empezara a enquistarse.