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Una conferencia magistral

Hoy se celebra el Día contra la Violencia de Género. Ayer ya escribí sobre ello pero hoy continuó, no sólo por la importancia de la fecha, sino porque me resisto a sustraerme a mi grata impresión de la conferencia que ayer pronunció en Melilla la catedrática de Derecho Constitucional de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, y una de las pocas mujeres en España catedrática también Jean Monnet de la Unión Europea, Yolanda Gómez Sánchez.
La profesora dio una lección magistral que permitió a los presentes un acercamiento sencillo a la evolución del tratamiento de la igualdad en el ordenamiento jurídico ya no a lo largo de la historia, sino desde que la misma historia comenzó a considerar a la mujer como un sujeto susceptible de proyección pública y de algunos derechos jurídicos y políticos hasta entonces reservados sólo para el sexo masculino.
Más allá de la consideración inicial que liga a un estado democrático y de derecho cualquier posibilidad de avance efectivo en el terreno de la igualdad, la conferencia concluyó con un mensaje claro hacia un sector femenino, el allí presente de forma muy mayoritaria, que debe aprehender el hecho igualitario como un derecho propio, inalienable y protegido por nuestra legislación vigente.
La profesora no sólo me hizo ver de forma más clara los avances de una Ley de Igualdad que en mi opinión requiere de más desarrollo y políticas activas para hacer factibles sus principios. Me hizo reflexionar sobre la necesidad actual de las mujeres de hacer valer esa legislación y de exigir su desarrollo para que nuestra sociedad actual camine de forma más realista hacia esa igualdad de sexos, ayer auténtica utopía y hoy cada vez más flagrante.
Pertenezco a una generación de mujeres privilegiadas a las que nos tocó sin embargo abrir algunas puertas, decidir en muchos casos entre el éxito profesional y el desarrollo de una vida familiar más plena. Hoy en día la dicotomía sigue viva, pero existe un marco legal que al menos en algunos sectores, como la Administración Pública o el educativo, aseguran al sexo femenino una garantía de oportunidades a pesar de las servidumbres temporales que pueda imponer la maternidad o la crianza de los hijos.
Los ciudadanos, todos, podemos y debemos hacer más efectiva la ley de igualdad invocando sus preceptos y denunciando cualquier situación de discriminación, directa, larvada o indirecta que se suceda en nuestras vidas.
En tal sentido, estoy plenamente de acuerdo con la viceconsejera de la Mujer, Mercedes Espinosa, sobre la necesidad de que adquiramos de una vez una conciencia de clase que en ningún caso debe suponer confrontación con el sexo masculino, cuyo papel ha de pasar del consabido sexo opuesto al del sexo complementario que hombres y mujeres conformamos de forma natural.
Una conciencia de clase que nos anime a ser más solidarias entre nosotras mismas y más combativas contra los extremos más sangrientos e intolerables del machismo.
Tal cual decía ayer en la misma conferencia el abogado y en breve doctor en Derecho, amén de exconcejal socialista en tiempos del Gobierno de Gonzalo Hernández, Emilio Bosch, no habría Estado que sostuviera cinco muertes mensuales a manos de una banda terrorista. En España, en lo que va de año ya han muerto 63 mujeres. Echen cuentas y vean por qué el referido letrado hacía tan lógico comentario. Sin embargo, parece que seguimos siendo condescendientes con los maltratadores, que siempre buscamos la justificación bien por el que dirán en algunos casos, por la familia y los hijos en otras, o por el puro egoísmo de evitar los problemas en nuestro entorno.  La vana reacción del avestruz que no ayuda a resolver el problema sino todo lo contrario, porque la redención del maltratador es difícil por no decir imposible según algunos expertos.
Hay que trabajar en muchos frentes, también por recuperar, si fuera posible, a esos maltratadores que de padres, maridos o novios pasan a convertirse en los peores enemigos. Pero antes hay que auxiliar y ayudar a las víctimas y en este sentido no puedo más que alabar la labor de la Viceconsejería de la Mujer, que atiende a todas las víctimas aún cuando en muchos casos su situación irregular en Melilla dificulta que puedan tener acceso a los recursos públicos previstos por la Ley Integral contra la Violencia de Género.
La conferencia de ayer tuvo además un detalle muy relevante. El activismo de asociaciones civiles de mujeres que luchan por la igualdad y la integración de los colectivos menos favorecidos, permitió que la sala se llenara de madres, jóvenes y mujeres a fin de cuentas en una gran mayoría de origen amazigh o rifeño. Algunas alternan estas charlas con clases de lectoescritura encaminadas a combatir su analfabetismo. Sin embargo, su sentido común, su lógica y sus ganas de aprender, me demostraron que frente a los tecnicismos inevitables en una charla magistral, siempre queda el sustrato de un mensaje que termina calando. Con esto me quedo y con esto celebro este día contra la Violencia de Género que, en su raíz, no deja de ser un día de lucha por la igualdad entre sexos.

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