Categorías: Opinión

Una Cabalgata para todos y con todos

Ayer volvió a demostrarse que la Cabalgata de los Reyes Magos no es una fiesta que entienda de creencias religiosas sino de ilusiones, compartidas por pequeños y mayores.
Melillenses de todas las comunidades abarrotaron la Avenida, en lo que un año más se desveló como la convocatoria más multitudinaria de cuantas se realizan desde la Ciudad Autónoma.
La fiesta, en su creciente cosmopolitismo, ha cogido en las riendas del consumo este nuevo aire universal que traspasa fronteras y que reduce a un puro ridículo enjuiciarla o recontarla como una celebración puramente cristiana.
Efectivamente, no deja de ser en esencia una fiesta católica pero, sin perjuicio de cómo los cristianos opten por celebrarla, la Navidad ha alcanzado una dimensión distinta, más plural y occidental, que traspasa el orbe católico para convertirse en la celebración colectiva de la estación invernal.
Su nueva impronta salta a la vista y debería ser valorada por quienes la contraponen, en el recuento del calendario, a las fiestas particulares de otras comunidades, minoritarias en el conjunto de España pero, sin embargo, de especial relieve en Melilla.
De la festividad de la Navidad, del consumo que genera y de las actividades lúdicas y culturales que la rodean, todos nos beneficiamos o participamos de algún modo en esta ciudad. Contraponerla por tanto a otras festividades musulmanas o de cualquier otra comunidad, resulta absurdo. La experiencia melillense nos ha demostrado que, salvo en el día más exclusivo de la Noche Buena, que no obstante también celebran muchos musulmanes por su mensaje general de paz y amor fraternal, tanto el Año Nuevo como los Reyes son fiestas cada vez más comunes para el conjunto de las diferentes comunidades culturales y religiosas de Melilla.
La ornamentación lumínica de las mismas fiestas son, también, un homenaje a la propia multiculturalidad de Melilla, que este año ha incluido entre sus guirnaldas la felicitación por el Januká judío y que, en otros ejercicios, por su mayor coincidencia cronológica, también ha hecho referencia al Aid El Kebir.
En ese marco, la coincidencia de programas interculturales como el que organiza la Consejería de Cultura bajo la leyenda común de ‘Conozcámonos’, sigue siendo una punta de lanza que exige desarrollarse mucho más, para traspasar los aspectos más religiosos que vienen configurando el mismo programa desde su inicio, y avanzar en aquellos otros más culturales y sociales, a fin de buscar una mayor penetración en el conjunto de la sociedad.
En el mismo encuadre hay que valorar la actividad del Instituto de las Culturas, que no puede quedarse huérfano de acción y actividades tras el nombramiento de su primer presidente, Abdelmalik El Barkani, como nuevo delegado del Gobierno. Al contrario, debe consolidarse aún más y coordinar, con el resto de áreas del Gobierno local, todas las iniciativas encaminadas a promover la interrelación y eclecticismo entre las distintas comunidades melillenses.
Nuestra ciudad está evolucionando y construyendo una nueva identidad que no debe abandonar nuestras raíces, entendiendo como tales las de las distintas comunidades que conforman nuestra plural sociedad.
No hay que tener miedo a los cambios si somos capaces de mantener lo esencial de nuestra propia identidad actual, como ciudad española pero también particular por la singularidad de nuestra variada población.
Enriquecernos es bueno y sumar siempre es mejor que restar. Jugar a establecer prevalencias o a intentar imponerlas, es tan infructuoso como nadar contracorriente, porque el espíritu de un pueblo se alimenta de la propia sociedad que le sirve de aliento. Por tanto, alentemos una Melilla plural que no olvide sus raíces múltiples de las distintas regiones españolas, con preeminencia en gran medida de la andaluza, ni tampoco la rica aportación de otras culturas, como la musulmana melillense, la judía, la gitana o la hindú, todas ellas pilares de nuestra tierra.

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