Mientras seguimos deshojando la margarita en torno a las cábalas sobre quién será finalmente el próximo Presidente o Presidenta de la Ciudad, hay otros aspectos de los resultados electorales que podemos analizar. El principal, la escasa renovación de caras nuevas, pues si bien obtienen escaño actuales consejeros o cargos del actual Gobierno en funciones, como Manuel Quevedo, Fadela Mohatar o Javier Lence, que aun formando parte del Ejecutivo saliente carecían de la condición de diputados, tanto ellos como otros de nueva incorporación o ya han tenido sillón en el Consistorio o como digo han desempeñado funciones relevantes en la gestión pública.
Por tanto, como nuevas incorporaciones al quehacer en la Ciudad Autónoma sólo es posible señalar a seis: María del Mar Alfaya por el PP, Yonaida Sel-Lam por CpM, Mohamed Mohamed y Elena Fernández Treviño por el PSOE, y Jesús Delgado Aboy y Juan Carlos Escoz por Vox.
De la Asamblea salen caras con larga trayectoria en nuestra Casa Grande como Cristina Rivas y Carmina San Martín. También se quedan sin escaño Francisco Villena, Mariángeles Gras, Daniel Ventura, Antonio Miranda, Francisca Conde y la más reciente incorporada tras la dimisión de María Antonia Garbín, Nasera Al-Lal.
Igualmente pierde su condición de diputado el hasta ahora segundo de Ciudadanos, Luis Escobar, y la socialista Lamia Mohamed Kaddur.
La nueva Asamblea además de ofrecer poca renovación no será tampoco tan paritaria como sería deseable, aunque lógicamente cumple los criterios legales al integrar a un mínimo de diez mujeres en el total de 25 diputados: de ellas, cinco pertenecerán al grupo popular y el resto se dividen en dos de los cuatro grupos que terminarán de conformar la Asamblea, en concreto, tres por CpM y dos por PSOE.
De las nuevas incorporaciones, más allá de lo que pueda aportar Vox –confieso que prácticamente no sé nada de Juan Carlos Escoz, para mí el gran desconocido de la nueva Corporación- posiblemente destacarán para bien tanto María del Mar Alfaya, decana actual de la Facultad de Ciencias de la Salud del Campus de la UGR en Melilla, y Elena Fernández Treviño, actual jefa de la Unidad para la lucha contra la Violencia de Género de la Delegación del Gobierno, cuya continuidad en este cargo es sin embargo una incógnita al día de hoy.
Y así como ambas, por su trayectoria y sus perfiles profesionales, pueden de seguro aportar mucho y bueno, no espero lo mismo de Yonaida Sel-Lam, especialmente silenciosa o silenciada durante la campaña de CpM y protagonista de un activismo radical donde sus peroratas en pro del enfrentamiento interreligioso han sido su principal forma hasta ahora de hacer política.
No obstante, una cosa son los diputados y otra quienes integren el Gobierno junto al futuro Presidente o Presidenta, al que el Estatuto de Autonomía reserva la potestad de nombrar como consejeros a personas no electas.
Nos queda por tanto mucho por descubrir de aquí al 15 de junio, día en que los nuevos diputados tomarán posesión y finalmente sepamos quién tendrá las riendas de nuestra principal institución durante los próximos cuatro años.
Hasta entonces sólo nos queda hacer cábalas en torno a lo que Ciudadanos finalmente considere la cerradura mejor ajustada a la gobernabilidad que merece el pueblo de Melilla, que si bien ha votado mayoritariamente por el centro derecha también es verdad que, con el cariz local de Ciudadanos o, al menos, del discurso de sus dirigentes locales, ha podido igualmente votar por un futuro Gobierno sin el PP.
Ayer, Inés Arrimadas ya dejó claro que Cs podrá pactar por igual con PSOE que con PP o Vox. Ciudadanos constituirá un comité de negociación que irá analizando pacto por pacto. Y aunque como partido nacional tendrá mucho que decir, me supongo que también su formación en Melilla tendrá voz y voto en lo que se decida.
Todo está por ver, lo que no es de recibo, a mi parecer, es que De Castro pida, como ya hizo en la noche electoral, la dimisión de Aberchán e Imbroda. Que los 1.897 votos conseguidos por su partido vayan a determinar el futuro de Melilla ya parece demasiado pero es el juego de la Democracia y así debemos aceptarlo. Ahora bien, que se atreva a pedir que dimitan quienes han sido más votados, desde su posición ventajosa de bisagra pero, a la vez, de gran perdedor en respaldo electoral, me parece más que atrevido y una prueba más de la cualidad de un dirigente que deberá hacer autocrítica antes de seguir culpando a terceros del notorio retroceso sufrido por Ciudadanos-Melilla en estos pasados comicios.
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