El terremoto del pasado jueves, de 5.1 grados en la escala Richter, resultó ser el anticipo del que sacudió ayer Melilla en plena madrugada y que alcanzó una magnitud de 6.3, desatando una cantidad de energía equivalente a la explosidón de más de 20.000 toneladas de TNT.
Como en el primer caso, el epicentro se situó al sur del Mar de Alborán, frente a las costas de Alhucemas, a unos 100 kilómetros de la ciudad autónoma.
Además de en el norte de Marruecos y en Ceuta, se notó también en casi todas las provincias andaluzas, incluso en enclaves más alejados como la Región de Murcia, Ciudad Real o Madrid.
Ocurrió a las 5:22 horas, así que la experiencia mayoritaria entre los melillenses fue la de ser despertados por la violencia con que se movían las camas en las que dormían. Mobiliario, ajuar doméstico, lámparas, cuadros y ventanas se desplazaron y se vinieron abajo según cada caso y según la virulencia con que se notó en cada edificio.
En el exterior de las viviendas se produjeron desprendimientos de cornisas y elementos decorativos, y se abrieron grietas en las fachadas. No hubo ningún derrumbe de consideración, pero la arquitectura modernista emblemática de Melilla quedó tocada. Habrá que evaluar los daños para comprobar hasta qué punto.
Con la experiencia recientísima del anterior seísmo, de inmediato se intuyó que el de ayer había sido mucho mayor. En efecto, minutos después, la web del Instituto Geográfico Nacional recogía la primera medición, situándola en 5.6. Al poco, los cálculos definitivos fijaban una intensidad de 6.3. A la calle de madrugada
Para entonces, miles de ciudadanos habían salido ya a la calle como medida preventiva, asustados por la posibilidad de que los edificios se derrumbaran. En bata, en pijama, en zapatillas, iluminándose con los móviles y tratando de contactar con sus familiares. Las imágenes de cascotes, automóviles golpeados, fisuras en paredes empezaban a circular a través de WhatsApp.
Muchísimos optaron por coger su vehículo y desplazarse hasta los Pinares de Rostrogordo, por si acaso acababa llegando un maremoto y así se encontrarían en una zona diáfana y elevada. El Paseo Marítimo fue otro punto en el que se congregó numerosa gente, pero en realidad no faltó un barrio en el que sus vecinos abandonaran sus casas desde primera hora.Desalojo en Estrella Polar
Las noticias más madrugadoras se referían a un desalojo en la urbanización Estrella Polar, próxima al Hospital. Quizá por su ubicación, junto a una ladera, y su altura, los efectos se hicieron más evidentes: en los últimos pisos apareció una grieta vertical de varios metros de longitud.
Los vecinos se reunieron en las inmediaciones de la entrada de Urgencias del Hospital, a la espera de que el edificio fuera inspeccionado. Cuando se supo que la estructura había resistido, pudieron regresar.
Hubo quien decidió darse una vuelta en coche para conocer el alcance del seísmo en distintos lugares Melilla, lo que terminó provocando que, en algunas vías clave de la ciudad, los servicios de emergencias tuvieran dificultades para dirigirse a atender las llamadas que los requerían.
A las 5:30 horas, comenzaron a oírse las sirenas de emergencias: los Bomberos acudían a las primeras llamadas efectuadas al 112. En apenas unos minutos se vieron desbordados. Más de doscientos avisos a las 8:30. Más de quinientos avisos a las 10:00. Más de mil al finalizar la tarde. Vehículos ligeros y pesados de bomberos iban de un lado para otro.Réplicas de más de 4 grados
Tras el seísmo inicial, las réplicas no dejaron de sucederse, decenas y decenas de ellas, casi todas por encima de los 3 grados. Seis de esas réplicas incluso superaron los 4 grados en la escala Richter. A las 4:34 (4.5), 6:54 (4.6), 7:10 (4.6), 9:25 (4.1) y 14:52 (4.4). A las 19:17, cuando la situación parecía haberse tranquilizado, una réplica de 4 volvió a crear inquietud, aunque comparados con el temblor de la madrugada, todos los demás no fueron más que sucedáneos.
En cualquier plaza, en cualquier banco de la ciudad había un grupo de melillenses comentando la experiencia que habían vivido, preguntándose por lo que habría ocurrido en Alhucemas.
Los bulos no tardaron en aparecer: que si había habido seiscientos muertos en la localidad marroquí, que si se esperaba otro terremoto, cuando lo cierto es que no son predecibles. Cada uno contaba cómo había vivido el seísmo y el temor se aliviaba a medida que se conocía que no había habido derrumbes, que todo iba a quedar en un “susto importante”, como lo definió el presidente de Melilla, Juan José Imbroda, al que se le notó afectado en sus comparecencias públicas.
Al cierre de esta edición, muchos vecinos habían acampado con tiendas a la intemperie en Las Palmeras, Constitución y en Los Pinos de Rostrogordo.
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