Categorías: Editorial

Un rey para nuevos tiempos y viejos problemas

Empieza el reinado de Felipe VI. Llega al trono en un tiempo muy distinto al que le toco vivir a su padre.

Don Juan Carlos ocupó la Jefatura del Estado en medio de una gran inestabilidad política, con un régimen moribundo que se resistía a dejar que se materializaran las ansias de democracia del pueblo. Esa inestabilidad también era patente en la población, afectada por una constante y fuerte subida de precios y un desconocido aumento del desempleo, ambos provocados por la crisis del petróleo.
Y por si fuera poco, los asesinos de ETA continuaban con sus crímenes, desestabilizando aún más el país, que también entonces sufría las tensiones creadas por los nacionalistas vascos y catalanes.
Ésa fue la tormenta bajo la que empezó su reinado de don Juan Carlos, capitaneando un país en el que muchos de uno y otro bando dudaban tanto de su legitimidad como de su capacidad. A su lado estuvo el recientemente desaparecido Adolfo Suárez, el primer presidente de una democracia que él mismo ayudó a forjar y que quedó definitivamente consolidada tras el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981.
Hoy la situación de España es muy distinta, aunque todavía quedan encendidos algunos rescoldos de todo aquello.
Felipe VI hereda un país en el que es necesario hacer ajustes en algunas instituciones y procedimientos, pero donde la práctica totalidad de los ciudadanos está convencida de que la democracia es el mejor de los sistemas políticos.
Ésa es la parte positiva de la herencia. En el lado negativo está la crisis económica, muy distinta a la que le tocó vivir a la ciudadanía de los primeros años del reinado de don Juan Carlos. Aquí el nuevo rey deberá saber ganarse el favor de un pueblo que viene apretándose el cinturón desde 2007.
En el ámbito político, Felipe VI pudo volver a comprobar ayer cuál es la posición de los nacionalistas catalanes y constatar la actitud de espera de los vascos. Aquí se enfrentará con dificultades muy parecidas a las que tuvo que encarar su padre, pero con la importante salvedad de que los asesinos de ETA ya han sido derrotados policial y judicialmente.
En cuanto a las capacidades y la formación de Felipe VI, nadie duda de que es el monarca mejor preparado de la historia de España. Don Juan Carlos y doña Sofía difícilmente podrían haber hecho más para que afronte en las mejores condiciones la tarea que a partir de ahora tiene por delante. Su hijo, Felipe VI, es un rey adaptado a los nuevos tiempos que deberá reinar sabiendo enfrentarse tanto a las dificultades que surjan como a algunos problemas enquistados. Entre estos últimos, una de sus primeras tareas debe ser comenzar a dar lustre a la monarquía. Él mismo se ha impuesto esta labor. “Hoy, más que nunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales y éticos inspiren -y la ejemplaridad presida- nuestra vida pública. Y el Rey, a la cabeza del Estado, tiene que ser no sólo un referente sino también un servidor de esa justa y legítima exigencia de los ciudadanos”, dijo en su discurso de proclamación.
El reto no es pequeño. Sólo plantearlo requiere una buena dosis de valentía.

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