Con 300 millones de euros de inversión y la previsión de crear unos 5.000 empleos. Mariano Rajoy, presidente nacional del PP y muy posiblemente futuro presidente del Gobierno de España, volvió a dar su respaldo, durante la pasada campaña electoral, al proyecto de ampliación del puerto de Melilla, pendiente tan sólo del apoyo definitivo del Ministerio de Fomento para empezar a convertirse en una realidad. Entre tanto, la ampliación del puerto comercial se ha convertido en la piedra angular de la alternativa económica que busca la ciudad. Un proyecto que se asienta sobre tres patas fundamentales y que sobre todo persigue crear una nueva fuente de negocio que ayude a buscar opciones de futuro y crear puestos de trabajo.
El proyecto, en concreto, persigue ganar 50 hectáreas al mar (quinientos mil metros cuadrados) con una línea de atraque de poco más de un kilómetro,tres o cuatro puntos de amarre y un calado medio de 18 metros en el canal de navegación .
Las características técnicas harían posible una nueva realidad, en la que la ciudad habría crecido considerablemente, logrando principalmente una disponibilidad de suelo que, en parte, se destinaría al traslado de industrias molestas o de riesgo (Endesa y depósitos de la Shell), la creación de nuevas zonas de suelo industrial y, sobre todo, la construcción de una gran terminal de trasbordo de contenedores.
Lo anterior depararía en varias ventajas: Por un lado, el traslado de las empresas ‘molestas’ no sólo reduciría enormemente el impacto posible ante cualquier hipótesis de catástrofe, sino que además liberaría un 18% de suelo urbano actualmente ocupado por las mismas empresas en algunos casos en zonas muy céntricas de la ciudad.
Por otro, haría posible disponer de suelo en el que atender la demanda de empresas ya constituidas y que requieren más espacio para su mayor operatividad u otras de nueva creación que, a pesar de los atractivos fiscales de Melilla, no tienen donde ubicarse por la falta de suelo.
No obstante, el impacto económico más importante se espera derive de la parte estelar del proyecto: la creación de una terminal de contenedores de trasbordo que convertiría a nuestra instalación portuaria en un puerto hub, es decir, de tráfico de contenedores que no se destinan a la importación-exportación para el consumo interno o hinterland melillense, sino que simplemente cambiarían de barco o transporte a su paso por la pretendida y futura terminal del ampliado puerto de Melilla. Y es que el proyecto se basa en una realidad palpable: el crecimiento paulatino de un negocio, el transporte marítimo de mercancías, que anualmente dobla la progresión del PIB mundial y que se espera alcance en 2020 un tráfico de contenedores en todo el mundo de más de mil millones, de los que alrededor de 20 millones se moverían por al mediterráneo occidental, en cuya zona de influencia está el puerto de Melilla.
La aspiración es conseguir una terminal de trasbordo con capacidad para cargar y descargar 2 millones de TEUS o contenedores de 20 pies al año, mediante un sistema de concesión que resulte mucho más atractivo y competitivo que otras ofertas cercanas, gracias al menor riesgo país que puede ofrecer nuestro puerto, la mayor seguridad que igualmente pueden garantizar nuestras instalaciones portuarias, la mayor calidad y experiencia en los servicios a prestar y, sobre todo, el menor coste que se garantizaría, mediante unos precios ajustados y pensados tan sólo para recuperar la inversión.
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