o destacamos en nuestras páginas de información. El Pleno de Control de ayer pareció anunciar un antes y un después en la relaciones entre el Gobierno y la Oposición así como una posible nueva etapa en el seno de la Asamblea de Melilla que, de confirmarse, permitiría barruntar una etapa de normalización política muy necesaria, tras cuatro años de intenso rifirrafe con un colofón espantoso en la última campaña electoral.
La oposición tiene la obligación de controlar y fiscalizar al Gobierno y éste de facilitar ese control, pero esto es muy distinto al enfrentamiento enconado y cuerpo a cuerpo que han mantenido durante años algunos de nuestros principales líderes políticos.
Ayer, Aberchán se mostró aparentemente dormido, poco participativo pero no zaheriente ni excesivo como ha sido su principal defecto en el pasado mandato electoral. Muy al contrario, quiso tender la mano al Gobierno Imbroda para llegar a acuerdos que reconduzcan la gestión de los recursos de nuestra Administración local hacia una política más coherente con la situación desesperada de muchos melillenses, inmersos en el paro y la pobreza.
CpM y PP coinciden en el diagnóstico de la realidad social melillense, pero difieren a la hora de afrontarla. Mientras que los cepemistas, como socialistas y diputados por el PPL, creen que se incurre en un excesivo despilfarro y que la Ciudad Autónoma debe reorientar su gasto hacia la promoción del empleo y mayores ayudas sociales, el Gobierno Imbroda sostiene que ese encauzamiento de los gatos ya se ha llevado a cabo y que es el Estado y Europa quienes deben atender las especiales necesidades de un territorio, el nuestro, marcado por circunstancias singulares.
Estamos en época de crisis y los recortes se imponen, aunque serían mejor bienvenidos si fueran acompañados de medidas de control de la banca y sus ganancias en este maremágnum económico que ha propiciado el rescate de algunos bancos con dinero público mientras los trabajadores resultan los más vapuleados por las dificultades económicas que sufre el país.
No obstante, los recortes no pueden hacerse sin ton ni son, ni para seguir la moda en curso. Deben sopesarse y medir sus efectos, porque puede ser que en algunos sectores acabemos provocando más paro que generando riquezas a costa de esas mismas propuestas que, de manera tan rotunda, planteaba ayer por ejemplo el PPL.
En cambio, sí que parece más que acertado que se reconsidere la política actual de concesión de subvenciones que, en algunos casos, ni se utilizan ni se justifican debidamente como señaló el diputado por CpM, Hassan Mohatar.
Estamos de todas formas en una situación de incertidumbre, a falta de conocer las directrices de los futuros Presupuestos Generales del Estado, que corresponderá elaborar al Gobierno resultante de las elecciones del 20-N. Con los nuevos PGE se sabrán también las partidas que en los mismos se destinarán para Melilla.
El 2012 no promete ser en ningún caso un buen año para nuestras arcas públicas. La partida prevista de fondos europeos será la más escasa de los últimos años y posiblemente, salvo que triunfen las expectativas y demandas del PP local ante un posible y futuro Gobierno presidido por Rajoy, tampoco aumentarán las provenientes de los fondos estatales.
A todos nos toca apretarnos el cinturón, claro está que a unos más que a otros, pero quien aún puede apretárselo puede darse también con un canto en los dientes, si se tiene en cuenta la situación de extrema necesidad por la que están pasando muchas familias melillenses. Hay que ser solidarios y ese espíritu de solidaridad debe presidir unos presupuestos, los de la Ciudad para 2012, que ya en las previsiones que se realizaron para este año aumentaron considerablemente las cuantías con fines sociales, de asistencia o formación encaminada a servir de auxilio a los parados, pero que aún deben profundizar más y de manera más selectiva para atender a los más vapuleados por el paro y la pobreza.
Por tanto, son tiempos de necesario consenso que exigen de generosidad desde el Gobierno y cooperación desde la oposición. CpM parece estar en la clave, mientras que sus exsocios del PSOE se mueven en el tono electoralista previo a la próxima cita con las urnas y desde el PPL parece querer asumirse el antiguo papel que encarnaron los cepemistas.
Asistimos por tanto a una nueva etapa, con oportunidades para imponer modos y formas diferentes en las relaciones políticas en nuestra Asamblea, y es preciso que la ocasión se aproveche porque, como digo, no estamos para enfrentamientos sino para hacer del esfuerzo común un modo de afrontar los efectos cada vez más visibles y preocupantes de la crisis.
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