El festival ‘Melilla Urban’ cuenta con un taller donde se explica la historia de esta manifestación artística desmarcándola de mitos como el vandalismo o la delincuencia.
El profesor del taller de grafiti que forma parte de las actividades programadas en el festival ‘Melilla Urban’, Antonio Domínguez, aseguró que para participar sólo hacía falta tener muchas ganas de aprender, puesto que la Viceconsejería de Juventud y el área de Festejos de la Ciudad ha proporcionado todos los elementos para su desarrollo, como los muros blanqueados, las mascarillas, los guantes y los esprais de pintura.
En un principio, este curso estaba destinado a chicos entre los catorce y los 25 años de edad y, sobre todo, a personas que nunca hubieran tenido contacto con el grafiti. Así, unos seis alumnos son los que están apuntados, aunque hay más gente que ha venido al taller y lo combina con otra actividad que coincide a la misma hora, según indicó Antonio.
El perfil es muy variado, ya que participan chicos con ocho años que han acudido con sus padres y a los cuáles les gustó mucho. Disfrutaron con sus mascarillas y guantes, pero cuando llevaban cinco minutos con los botes de medio kilo, tuvieron que manejarlo con los dos brazos por el peso, puesto que es una técnica que aunque no lo parezca, cansa mucho, tal y como aseguró el profesor de este taller.
Además, cuenta con otros alumnos más mayores que han pintado antes y que quieren perfeccionar alguna de las técnicas.
El taller
¿Qué se enseña en el taller de grafiti? Se plantea su historia, su evolución, algunos falsos mitos, por lo que se intenta separar el vandalismo, y explicar las diferentes técnicas de esta expresión artística.
Antonio proporciona dibujos o son los propios alumnos lo que llevan sus bocetos que se plasman en los paneles a través de las técnicas que se van explicando. Además, cada día se hacen fotos y se blanquean los paneles para el siguente día continuar con otros dibujos y conseguir aprender el mayor número de trucos.
El grafiti nació como medida de protesta social y poco a poco se ha ido convirtiendo en algo más artístico puesto que muchos dibujos no tienen contenido político, sino que se hacen con la intención de decorar la calle, según aseguró. También se ofrece en este taller información sobre los distintos tipos de botes, presiones, boquillas, de cómo perfilar, difuminar y se definen los estilos dentro del grafiti.
No es vandalismo
“Hay mucha gente que pinta y, entre ellos, hay quien coge un espray y les da por pintar las paredes, chapas, escaparates, por lo hay mucho vandalismo, y esto lo que hace que el grafiti esté mal visto y perseguido”, aseguró Antonio.
Sin embargo, afirmó que en Melilla hay poca gente que pinta y mucho menos que realice este tipo de actos vandálicos con los spray de pintura.
En este sentido, Antonio comentó que “por el mero hecho de que las paredes estén pintadas con un espray está condenado, puesto que en el caso de que pintase con brocha seguramente nadie lo censuraría”.
Además indicó que hay personas mayores que le han dicho que se fuera a pintar a su casa y eso no lo debería de hacer, aunque les gustaba el dibujo que estaba realizando en ese momento.
Por otro lado, Antonio declaró que en Melilla “tenemos la suerte de que cómo hay poquita gente pintando está llena de muros de obra que se pueden pintar y están ahí para que con permisos se haga”. Aunque como la mayor parte de estos dibujos no son fruto de una acto vandálico, sino que cuentan con un boceto y mucho trabajo, aquí son permisivos con ellos. Así, pueden a llegar a gastarse entre 60 y 80 euros para dibujar un muro y lo único que obtienen es estar orgullosos de lo que hacen y que la gente sepa que no quieren hacerle daño a nadie, sino todo lo contrario.
Finalmente, Antonio añadió que la idea del taller era que no se perdiera esta rama del hip hop, como es el grafiti legal, porque cada vez hay menos gente en la ciudad que se interesa por ella.
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