Categorías: Editorial

Un millar de inmigrantes

Un millar de inmigrantes se aproximó en la madrugada del miércoles al jueves a Melilla.

No llegaron a tocar la valla fronteriza. Fueron dispersados por las Fuerzas de Seguridad marroquí, que llevaron a cabo un “sólido” despliegue policial. A este lado de la frontera, se movilizaron los guardias civiles de los Grupos de Reserva y Seguridad (GRS), que contaron con el apoyo del helicóptero y de los agentes de las Unidades de Intervención Policial.
Todo este dispositivo evitó que los inmigrantes tuvieran la más mínima posibilidad de acercarse al perímetro, pero no garantiza que no lo vuelvan a intentar. De hecho, lo más probable es que prueben suerte de nuevo. Al fin y al cabo, la estadística está de su lado: Cuantas más veces lo intenta y fracasa un inmigrante, más posibilidades tiene de que en el siguiente asalto lo consiga. Las matemáticas están en contra de Melilla y Ceuta, en especial de nuestra ciudad, que en los últimos meses sufre una presión migratoria mucho mayor.
Ante esta realidad, poco se puede hacer desde los Gobiernos locales, salvo exigir que de una vez por todas la Unión Europea tome cartas en el asunto. Ésa es la postura lógica que han adoptado los presidentes de Melilla y Ceuta tras el encuentro que han mantenido a lo largo de los dos últimos días. En una semanas, cuando a principios de abril comience la cumbre de Europa-África, podremos constatar cuánto importa ‘nuestro’ problema de nuestros socios del otro lado del Estrecho. Hasta el momento, la propuesta de soluciones por parte de la Unión Europea ha brillado por su ausencia. Los países del centro y norte del continente no son aún conscientes de que la presión migratoria en el norte de África es una cuestión que les afecta directamente. El millar de inmigrantes que se dirigía de madrugada hacia Melilla no tenía la intención de asentarse en nuestra ciudad. Tras pasar la frontera, su única aspiración es cumplimentar todos los trámites burocráticos en el menor tiempo posible. Superada esta última valla en su camino, el siguiente objetivo es poner un pie en la península para continuar su viaje hacia el centro y norte de Europa. Cerrar los ojos ante esta realidad es la postura fácil, pero eso no evitará que los miles de inmigrantes que esperan al otro lado de la valla dejen de intentar saltarla una y otra vez hasta conseguirlo.
Cómo evitar que continúen llegando subsaharianos es el verdadero problema, pero también es una cuestión que se escapa a la posibilidades de Melilla y Ceuta. La capacidad política o económica de ambas ciudades de influir en los países de origen es microscópica. Policialmente sólo podemos aspirar a mantener la valla fronteriza en pie ante las constantes acometidas. Y en el ámbito político, nuestra única aspiración sólo puede ser intentar que la Unión Europea oiga nuestra voz advirtiéndole del problema que se le viene encima, en especial a los países del centro y norte del continente. Allí está la meta de los miles de inmigrantes que cada año llegan de paso a Melilla y Ceuta.

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