El Archivo Histórico de Melilla es un espacio de salvaguarda de miles de informes y carpetas donde está registrado todo lo sucedido en la ciudad, desde la política a la cultura.
La mayor parte de las consultas que se realizan al Archivo Histórico de Melilla tienen que ver con el catastro y con el padrón. Confirmar de dónde venimos y qué obras se realizaron en la casa de nuestros antepasados forma parte de nuestra historia personal, pero también de la ciudad. En las dependencias del Hospital del Rey se guardan grandes tesoros, que aunque no sean de oro y plata, conforman una serie de pistas y descripciones de cómo Melilla ha ido creciendo y conformándose como la bella ciudad actual. El director de este espacio de salvaguarda de documentos, Vicente Moga, descubre a ‘El Faro’ los entresijos de este importante archivo.
“Melilla es tan especial que lo es en todo y por lo tanto, también en el apartado administrativo”, comentó Moga. Cuando la ciudad empieza a tener inicios de municipalidad, en 1879 con la Junta de Arbitrio, nace el archivo, pues surge una documentación que no se puede tirar y que debe guardarse en algún lugar. Por ejemplo, si a una persona se la daba un canon para explotar unas tierras durante cinco años, este documento debía estar guardado al menos ese tiempo, con la petición, la concesión y el seguimiento de ese caso.
Mentalidad de conservación
El archivo nace cuando se comienza con esta actividad ‘municipal’, aunque no sea en el sentido con el que hoy se entiende esta palabra, ya que el ayuntamiento de Melilla no se creó hasta el 14 de abril de 1931.
Hasta 1929 era la Junta de Arbitrio, en manos de militares, la autoridad principal. Esta entidad se crea porque Melilla era una plaza militar y en ella no se pagaban impuestos, pero se dieron cuenta del crecimiento de la ciudad y de que debían, por ejemplo, hacer calles, para lo cual, crearon un arbitrio de consumo y una junta que lo controlaba.
“El archivo nace a la vez que el embrión municipal y siempre ha habido esa mentalidad de conservación”, apuntó Moga.
No se cuenta con todos los documentos que se debiera después de tantos siglos de historia, pero esto se debe a que Melilla es una ciudad de batallas y enfrentamientos bélicos, y los papeles son lo último que se coge en estos casos. Por ejemplo, no se cuenta con la documentación del antiguo presidio, que gracias a que se duplicaba cuando se carteaba con el gobierno central o con alguna otra administración, se puede consultar en el Archivo de Simancas, entre otros.
Tesoros del archivo
Los archivos permiten conocer los acontecimientos y decisiones políticas, ya que la Junta de Arbitrio redactaba actas de las reuniones y si analizan, se ve cómo se incorporan los vocales civiles, musulmanes y hebreos. Una forma de ver y leer la evolución de la sociedad multicultural melillense y que está digitalizado para su consulta.
El fondo que más ocupa y que es más destacado del archivo corresponde a urbanismo. No obstante, entre las estanterías, se pueden encontrar documentos de gran valor para Melilla, como los protocolos notariales “que son la joya de la corona”, según comentó Moga.
Antes de que se instalaran los notarios en el siglo XX, quien daba fe eran los escribanos de guerra. Se ha perdido mucha documentación, sobre todo de las islas anexas a Melilla, pero aún se conservan los originados en la ciudad entre los siglos XVII y XIX. También esta parte de la colección está digitalizada.
Para Moga, este espacio debería recibir ya el nombre de Archivo General e Histórico de Melilla, puesto que salvaguardan toda la documentación administrativa de la ciudad.
Las secciones
Los fondos de la Biblioteca Pública se transfirieron en 1981, pero el Archivo Histórico se quedó con la colección de publicaciones local, es decir, todos aquellos libros escritos por melillenses o en los que se recoja algún aspecto de Melilla, da igual donde aparezca esta publicación, se intenta conseguir por parte del equipo.
La sección de archivo fotográfico también es de gran relevancia, de hecho, son numerosos los melillenses que han ido a entregar fotografías que no deseaban quedarse y que consideraban interesantes de guardar.
No obstante, la complejidad de esta entidad es mayor de lo que aparenta, pues cuentan también con una sección de cartografía, otra de grabados, una biblioteca especializada en temáticas de archivos y un sistema de publicaciones propio.
Así, se han publicado más de 200 libros, por lo que están al nivel de una universidad mediana, como la de Cádiz, aunque no tengan gran capacidad de distribución de esas publicaciones.
“Somos pocos, pero es un equipo que mantiene el rumbo del barco”, apuntó Moga. En este sentido, Isabel Migallón lleva el negociado de archivos; Teresa Cobrel las publicaciones y el archivo fotográfico; Pilar Quintana la colección local, los grabados, y biblioteca del archivo; Rocío la cartoteca y relaciones con negociado de población, catrasto y las consultas; y Fernando, es mucho más que un ordenanza, tal y como describió el director de estos archivos, quien aseguró que al final todos se ayudan unos a otros.
El principal problema al que se enfrenta esta entidad es el paso del tiempo, ya que el papel se estropea y las tintas se corren o se borran, aunque Moga aseguró que es más duradero un documento del siglo XVIII que uno creado tras la Guerra Civil. Además, destacó que en Melilla se trata muy bien al Archivo Histórico desde la Administración y que es un lugar que se puede visitar y consultar sin problemas.
En el Archivo de Melilla no sólo se guardan documentos de padrón, licencias de obras o las cartas de dote, también se han encargado de realizar una colección de más de 1.000 grabados de Melilla y de su entorno. Una forma de fotografiar a las autoridades, los paisajes o las campañas bélicas de los siglos anteriores a la aparición de las cámaras fotográficas. Además, se guardan numerosas exposiciones organizadas en los últimos años.
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