El 24 de octubre, justo cuatro meses después de la tragedia en la valla de Melilla, la comunidad de migrantes sudaneses de Marruecos planeaba un nuevo cruce a la ciudad española, pero las redadas policiales en el monte Gurugú y en la provincia de Nador han echado por ahora atrás sus intenciones.
Lo cuenta a EFE uno de ellos en un restaurante de Uxda, la ciudad marroquí fronteriza con Argelia por donde desde hace casi dos años entran estas personas en un goteo huyendo de la guerra en Sudán, en una travesía de miles de kilómetros por países como Libia, Chad y Níger.
"Queríamos hacerlo el 24 de octubre, en el aniversario de la muerte de nuestros compañeros, pero nos han dispersado antes y han abortado el intento", explicó Ahmed (nombre ficticio).
Él, indica, también iba a participar y ya tomó parte en la última intentona del 24 de junio, cuando decenas de sudaneses -algunas fuentes sitúan la cifra en 37- murieron y cerca de 100 más resultaron heridos por aplastamiento, asfixiados a causa de los gases lacrimógenos y por los golpes de los agentes marroquíes.
Numerosas ONGs, partidos políticos y algunas instituciones, como el Defensor del Pueblo, han estado pidiendo desde entonces una investigación sobre lo que sucedió aquel día, cuando, al menos, 400 migrantes subsaharianos presionaron desde primera hora de la mañana para entrar a Melilla por las inmediaciones del puesto fronterizo del Barrio Chino. El grueso de los migrantes pudo ser frenado, pero entre 25 y 30 jóvenes subsaharianos consiguieron llegar al CETI. Varios de ellos, de Sudán, fueron recibidos entre vítores por sus compañeros que ya estaban en Melilla.
Poco después, el Ministerio del Interior estableció un refuerzo para la frontera y también España y Marruecos han estado hablando sobre asuntos de interés común, que, además de la inmigración irregular, apuntan a la lucha contra las mafias.
Según cuenta, los migrantes de su país, repartidos en ciudades en toda la geografía marroquí y organizados en grupos, decidieron hace alrededor de 25 días organizar el nuevo cruce, aunque de una manera diferente que no quiere revelar.
Por eso empezaron a desplazarse desde localidades como Rabat o Casablanca -donde malviven en sus calles- hasta otras cercanas a Nador -ciudad fronteriza a Melilla- como Berkán y Uxda (a 80 y 130 kilómetros al este), donde se concentraban para llevar a cabo ese nuevo intento.
Y de allí se iban a ir al monte Gurugú, donde los migrantes suelen vivir en campamentos en espera de cruzar y en cuyos bosques, según Ahmed, había ya 88 sudaneses congregados.
Las autoridades marroquíes arrestaron entre el sábado y el domingo a unos 200 migrantes en la región de Nador y en el Gurugú, de los que 54 quedaron detenidos para pasar a disposición del fiscal y el resto fueron trasladados a otras ciudades alejadas del norte del país.
El mismo Ahmed se preparaba para partir a Nador, pero estas redadas, dice, han echado por tierra el plan, aunque se muestra "seguro" de que lo volverán a intentar.
Prueba del retorno de Nador del que habla Ahmed son los pasos de cuatro sudaneses y un nigerino por el arcén de la carretera que une Nador con Berkán.
A pleno sol, ya casi llegando a Berkán tras 60 kilómetros recorridos a pie, los migrantes hacen un alto en el camino y explican a EFE que estaban en el Gurugú y en Nador, pero decidieron alejarse de allí en vista de las redadas.
Con varias capas de ropa que se van poniendo y quitando en función del frío y mochilas al hombro con reflectantes para sus largas marchas, los cinco llegan finalmente a Berkán de noche tras aguantar un chaparrón y ante el calor de un verano que se niega a dejar atrás el norte de Marruecos.
En Berkán, una pequeña ciudad agraria entre Nador y Uxda, los cinco probablemente dormirán en el suelo, como ya hacen decenas de compatriotas.
El cauce de un río, del que queda solo un pequeño arroyo, y sus bosques circundantes, son la "casa" de muchos de ellos, todos adolescentes o jóvenes en la veintena. Así lo explica Isaac sentado, junto a una veintena de compañeros, en las piedras del lecho seco. Acaba de llegar a la ciudad.
En Berkán, dice, no tienen suficiente para pagarse un techo: "Es necesario que la gente sepa nuestra situación aquí. Estamos sufriendo mucho. No hay trabajo, no hay dinero. Huimos de la guerra de nuestro país y aquí nadie nos cuida, no nos prestan atención".
"Su tuviéramos la ocasión, iríamos (a Melilla), pero no hay manera. A nuestros hermanos y amigos los están arrestando en Nador", afirma un compañero en el lecho del río.
Para el presidente de la Asociación de Ayuda a los Migrantes en Situación Vulnerable, Hassan Ammari, las intervenciones policiales de estos días "son fruto del acercamiento entre Marruecos y España, reflejan que las autoridades marroquíes han aprendido lecciones de lo que sucedió el 24 de junio y que ni Rabat, ni Madrid, están dispuestos a repetir esa tragedia".
"Marruecos recurre ahora a medidas disuasorias como los procesos judiciales, las patrullas diarias en los bosques o la deportación a la frontera, que se contradice con el derecho internacional. Estamos ante una nueva etapa de la gestión del fenómeno migratorio", opina.
Un fenómeno migratorio que muchas veces tiene a menores de protagonistas. Como Mohamed (nombre ficticio), que tiene ahora 17 años, salió de su país en 2020 y lleva en Marruecos desde julio, cuando entró desde Argelia.
Llegó hace diez días a Berkán y espera en una plaza de la ciudad donde cada mañana contratan migrantes como jornaleros para trabajar en el campo. Se fue porque en Sudán, dice, "no se puede estar". "Mi madre pensaba que cualquier noche su hijo podía morir".
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