Ayer supimos que durante el pasado mes de septiembre, nuestra ciudad acogió a 180 nuevos menores no acompañados que entraron por la frontera. Además, el ministerio de Sanidad y Bienestar Social informó de que en lo que va de año, más de 4.700 niños llegaron solos a territorio español. Son cifras que deberían preocuparnos a todos.
Según los datos aportados por el consejero de Bienestar Social, Daniel Ventura, la media diaria de menores que han sido recibidos durante el pasado mes en el centro de Purísima fue de 13.
Los datos indican que la entrada de menores se ha convertido en un goteo que no cesa a través de la frontera, pero es entendible la dificultad que supone para los agentes que trabajan en los pasos fronterizos poder controlar el fenómeno. No cuentan con los suficientes medios y el transito es demasiado intenso como para poder realizar el trabajo tan eficazmente como les gustaría.
El asunto de los menas no es sólo responsabilidad de aquellos que tienen la obligación de acogerlos una vez se encuentran en la ciudad, si no que es fundamental que el Gobierno central ponga las herramientas necesarias para controlar la entrada desde Marruecos y evitar que el número de niños sea insostenible para los centros de acogida.
La capacidad de Melilla para atender a los menores no acompañados es limitada, y no es admisible que la permeabilidad de la frontera ponga al borde del colapso los recursos de acogida de la ciudad. Cada uno debe hacer su trabajo y asumir sus responsabilidades.