El pronóstico de mal tiempo para la Semana Santa de 2024 lleva sobrevolando desde hace ya unas cuantas semanas. Y no solo en Melilla, sino en toda España, por desgracia. Una vez más, tras meses con escasas lluvias, la Semana Grande se encontraba en la cuerda floja, amenazada por la meteorología.
El Domingo de Ramos en Melilla ha llegado precedido por una calima que ha embarrado la ciudad y por cielos encapotados que han dejado una hilera de vuelos cancelados, dejando sin salir y sin entrar a cientos de personas en la ciudad autónoma en unas fechas tan señaladas como estas.
El domingo amaneció nublado, pero pareciera que iba a dar tregua en este primer día de Semana Santa. Un año entero llevan trabajando las hermandades y esperando los cofrades para ver las imágenes en las calles, por lo que fue una gran alegría que La Pollínica, pese a los cielos grises que cubrían Melilla, decidiera con valentía echarse a las calles.
Desde las nueve y media de la mañana –y antes– ya esperaban cientos de personas a las puertas de la parroquia de la Medalla Milagrosa. A las diez, puntual como un clavo, se abrían las puertas del templo y salían por la puerta roja la imagen de Jesús en su Soberano Poder a su entrada a Jerusalén a lomos de una borriquilla, o La Pollínica como es conocida popularmente, seguido de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza, con su característico y bello manto de color esmeralda al ritmo de ‘El Novio de la Muerte’ que le cantaban los legionarios.
De esta manera, como manda la tradición, iniciaba el cortejo con el presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla, Juan José Imbroda, y el vicepresidente primero, Miguel Marín, procesionando en él junto al resto de hermanos y hermanas.
Como cada año, el Parque Hernández se llenó de cientos de melillenses que acudieron a ver el paso de La Pollínica y la Virgen de la Esperanza por este lugar tan emblemático de Melilla. Un momento muy especial que los cofrades esperan con ganas e ilusión durante todo un año. Esta vez la procesión llegó incluso antes de lo previsto: a las doce de la mañana ya estaba la Cruz de Guía a las puertas del parque, media hora antes de lo establecido. El tiempo, por el momento, se estaba portando.
Los cielos encapotados y el barro de la calima que se acumulaba en las calles no detuvieron a los cientos de personas que se acercaron para ver el trono por allí. La estampa parecía como la de otro año, aunque teñida por el color sepia que ha teñido la ciudad estos días. Mayores y pequeños esperaban ansiosamente la llegada de La Pollínica, que hizo su entrada poco antes de las doce y media del mediodía.
Sin embargo, el día no tardó mucho más en estropearse. Primero comenzó a caer un leve chispeo, “cuatro gotas”, como comentaban algunos cofrades. Pero en poco tiempo ese chispeo tomó fuerza y empezó a caer con mayor intensidad. Fue breve, pero lo suficiente para que los hermanos cubrieran rápidamente a La Pollínica y a la Virgen de la Esperanza con el fin de que las imágenes sufrieran el menor de los daños.
La procesión se detuvo mientras la Junta Permanente de la Cofradía decidía si continuar con el recorrido o dar media vuelta y volver al templo antes de que el tiempo empeorase. Los que habían sido precavidos, abrieron sus paraguas para protegerse de la lluvia; unos pocos encontraron cobijo bajo las palmeras; y la gran mayoría permaneció en su sitio, inamovible, esperando a ver qué ocurría.
Mientras se tomaba una decisión, ya se podía ver a los primeros cofrades llorando porque el mal tiempo había vuelto a fastidiar uno de los días más bonitos de esta semana. Los ojos de penitentes, mantillas y músicos se enrojecieron llenos de lágrimas contemplando a las imágenes tapadas con plástico.
Finalmente, la Junta Permanente decidió que la procesión daría media vuelta y emprendería el camino de regreso a la parroquia de la Medalla Milagrosa ante las malas predicciones meteorológicas de la tarde. De esta manera, La Pollinica continuó hasta la mitad del Parque Hernandez, donde dio media vuelta arropada por los aplausos de cientos de personas.
La Virgen de la Esperanza la esperaba en Carlos Ramírez de Arellano, también arropada por cientos de personas. Allí los legionarios le cantaron ‘El Novio de la Muerte’ en un momento especialmente emotivo que conmovió a todos los presentes. Pero también hubo sitio para la alegría en este rato cuando un legionario se declaró y le pidió matrimonio a la mujer que ama. El público, los legionarios y hasta la Virgen celebraron el sí quiero de esta pareja melillense en un día tan tristemente embarrado.
Tras encontrarse La Pollinica y la Virgen de la Esperanza a la salida del Parque Hernandez, la procesión emprendió a buena marcha su camino de regreso al templo, escoltado por cientos de fieles, que siguieron a las imágenes hasta que estuvieron en casa, a salvo del mal tiempo.