En otras circunstancias el Consulado de Nador podría considerarse un destino relativamente cómodo, aunque sin dejar de tener en cuenta la dedicación que requiere para cualquier diplomático ejercer en un país como Marruecos.
A ello hay que añadir las tradicionales dificultades que hay que afrontar en el trato con un vecino cuyas relaciones pueden pasar del blanco al negro de manera tan inesperada como puede serlo una tormenta de verano.
Ayer el presidente Juan José Imbroda recibió en su despacho al nuevo diplomático designado para el cargo. Se trata de Fernando Morán, hijo del político socialista del mismo nombre, que ejerció como ministro de Exteriores del presidente Felipe González y que negoció la entrada de España en la Unión Europea cuando ésta aún era la Comunidad Europea. Probablemente Fernando Morán hijo tenga que recurrir en su nuevo cargo en más de una ocasión a las enseñanzas que les pudo haber transmitido su padre o a sus propias experiencias en los diferentes y variados destinos diplomáticos, entre los que se encuentra la Embajada de España en Rabat.
Para empezar, llega al cargo cuando la presión migratoria que sufre Melilla se prolonga ya durante varios meses. Las relaciones entre España y Marruecos en este campo, como el propio Fernando Morán sabrá porque probablemente haya contribuido a que así sean, son “extraordinarias”. Sabrá que al igual que nuestros vecinos se encargan de ‘velar’ por nuestra frontera, nuestro país es a su vez el principal ‘valedor’ del reino alauí en la Unión Europea.
Sin embargo, existen áreas en las que esa “extraordinaria” relación no existe. En su lugar hay un exasperante diálogo de sordos. Es el caso de la muerte de Emin y Pisly, un suceso que quizás no conozca en detalle Fernando Morán porque ayer se refirió a él dando un manotazo a las dotes ‘diplomáticas’ que se le presuponen. A preguntas de El Faro, aseguró que los familiares de ambos jóvenes le tendrán a su disposición “para cualquier cosa que necesiten”. Los padres de Emin y Pisly tomaron ayer buena nota de sus palabras y a buen seguro que no tardarán en tomarle también la palabra. Debe saber Fernando Morán que cuando ambos acudan al Consulado, difícilmente podrá convencerles con promesas como las que su antecesor en el cargo no cumplió. Son casi once meses esperando que alguna autoridad marroquí explique de manera convincente qué ocurrió aquel 27 de octubre de hace un año en Punta Negri. En este tiempo los padres de ambos jóvenes han llamado a puertas que muchas veces se han abierto una sola vez para luego quedar cerradas a cal y canto a medida que eran más los incumplimientos, los desengaños y las expectativas frustradas.
¿Cómo hará Fernando Morán para ponerse a disposición de los padres de Emin y Pisly “para cualquier cosa que necesiten” sin enturbiar las “extraordinarias” relaciones de España con Marruecos? Sólo un diplomático experimentado puede conocer la manera adentrarse en este laberinto y encontrar una salida sin riesgo de perderse.
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