Estaba tranquilamente en su domicilio. Con sólo cerrar la ventana habría dejado de escuchar las voces y la algarabía de la pelea en la calle. Tenía la mano derecha escayolada, una excusa perfecta para mantenerse al margen. Abajo una decena de desconocidos asistía como simple espectador a los hechos y esos individuos podían volverse contra él si intervenía. De hecho, no le habían hecho ningún caso cuando les increpó para que auxiliaran a la mujer que forcejeaba con aquel hombre. No conocía a la agredida, no sabía el motivo de la disputa ni si la supuesta víctima podía ser responsable de algún hecho delictivo.
Todo eso podría haber pasado por la cabeza del cabo de artillería de campaña José Arcas Lomeña cuando se asomó al balcón trasero de su vivienda y vio la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Pero no fue así. Sin pensárselo dos veces, bajó a la calle se arrojó sobre el agresor y lo inmovilizó hasta que llegó la Policía, sin ayuda de nadie y en medio de un grupo de sujetos que podían reaccionar de cualquier manera.
En la actuación de José Arcas Lomeña se aprecian los rasgos del héroe que lo arriesga todo sin reparar en los peligros cuando ve que un semejante se encuentra en dificultades. Entonces se siente empujado a ayudar. No puede permanecer tranquilamente en su domicilio, porque aunque se hubiera aislado del exterior cerrando las ventanas habría continuado oyendo los gritos y las voces en su cabeza. La escayola no era suficiente excusa en una persona de su fortaleza, ni la docena de individuos que asistían a los hechos como espectadores. No necesitaba conocer a la agredida para acudir en su auxilio. Tampoco sabía el motivo de la disputa, le bastaba con su convencimiento de que no hay ningún motivo para agredir a una mujer.
José Arcas Lomeña se comportó como debería haberlo hecho cualquier ciudadano. Por desgracia, actuaciones como la suya no son las más habituales, por eso siempre un héroe como él destaca más cuando está rodeado de cobardes.