Cultura y Tradiciones

Un canto a la concordia y a la convivencia durante la celebración de la Januká en Melilla

Una janukía de más de 100 años de antigüedad ilustraba este martes, en el hotel Tryp Melilla Puerto, el gran vínculo de la comunidad judía con la ciudad de Melilla.

“Cada persona en el mundo tiene que ser una vela”, indicó el rabino para comenzar el acto de la Januká, al tiempo que pidió “que la luz ilumine los corazones y el mundo entero” y, tras lanzar una bendición al Gobierno local, y especialmente a su presidente, Juan José Imbroda, comenzó el encendido de las siete velas que componen la janukía.

La primera, la de la paz, fue prendida por Imbroda y la vicepresidenta primera de la Asamblea, María José Aguilar. La segunda, la del entendimiento, por la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, y el Comandante General, Luis Sáez Rocandio. La tercera, la de la comprensión, por los miembros del Ejecutivo local Miguel Marín, Fadela Mohatar y Daniel Ventura. La cuarta, la de la fe en la unión intercultural, por representantes de la mesa interconfesional. la quinta, la de la esperanza, por dirigentes del resto de partidos en la Asamblea –Gloria Rojas, José Miguel Tasende y Amin Azmani–. La sexta, la del agradecimiento, por el Jefe Superior de Policía, José Antonio Togores, y representantes de la Guardia Civil y la Policía Local. La séptima, por último, le correspondió encenderla a los representantes de la Comunidad Israelita de Melilla, entre quienes se encontraba Salomón Serfaty.

Una vela que duró ocho días

Una vez todas las velas estaban prendidas, llegó el turno de los discursos. El primero fue el presidente de la Comunidad Israelita de Melilla, Mordejay Guahnich, quien, tras dar las gracias especialmente a la consejera de Cultura, Fadela Mohatar, y al presidente de la Fundación Melilla ‘Ciudad Monumental’, Francisco Díaz, explicó la historia de la Januká, que data de la época helénica en el Levante mediterráneo. La tradición judía habla de un milagro, en el que pudo encenderse el candelabro del templo durante ocho días consecutivos con una exigua cantidad de aceite, que alcanzaba solo para uno. Esto dio origen a la principal costumbre de la festividad, que es la de encender, de forma progresiva, un candelabro de nueve brazos llamado janukía.

Durante este tiempo, estos ocho días, cada noche se enciende una vela y se dan regalos a los niños. Esa luz representa vida y el alma de aquéllos que nos dejaron, según explicó Guahnrich, quien, acto seguido, reivindicó Melilla como un ejemplo de convivencia entre diferentes. En este sentido, indicó que la fiesta de Januká muestra la importancia de vivir en armonía.

“Hagamos puentes de amistad”, propuso el presidente de la Comunidad Israelita de Melilla, quien se refirió a la ciudad autónoma como “la sociedad más inclusiva del mundo”. En este punto, dio las gracias de nuevo a Imbroda por promover la convivencia en Melilla, donde los judíos se instalaron en el año 1864 y donde dijo que quieren seguir viviendo en el siglo XXI.

Cuidar la convivencia

Luego llegó el turno del presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda. “Yo veo aquí esta noche a melillenses”, dijo, sin querer diferenciar entre los credos que profesaban los asistentes, entre quienes había cristianos e hindúes, aunque no –al menos, no muchos– musulmanes. En esta “fiesta de los melillenses”, Imbroda abogó por “cuidar todos los días la convivencia”, lo cual ha de ser la misión, además, de todo representante público, y, muy especialmente, del presidente del Gobierno local.

Así, pidió un pueblo unido que respete al diferente, ya que, además, subrayó que cualquier política emprendida desde las instituciones necesita de “respeto”. Como apuntó el presidente de la Ciudad, “no sobra ningún melillense”.

Entonces Imbroda aseguró que es necesario que la sociedad de Melilla se abstraiga de cualquier conflicto internacional y reclamó respeto a todos los ciudadanos como la mejor garantía para una buena convivencia entre todos, por mucho que duela lo que está sucediendo en Oriente Medio, región para la que deseó la paz lo antes posible. “Si no, Melilla será una ciudad gris y oscura”, añadió. El presidente insistió nuevamente en la importancia, “sobre todo, de que no se trasladen a Melilla conflictos de otros países”.

Además, recordó que el himno de Melilla habla de tres religiones –cristiana, judía y musulmana–, aunque también tuvo un guiño para la comunidad hindú, y recordó que es posible hablar sin ofender a la otra parte.

“Esta es una fiesta de paz y todos somos hermanos”, insistió el jefe del Ejecutivo autonómico, quien concluyó instando a todos los ciudadanos a “hacer una Melilla mejor”. “Estoy con la libertad, con la paz y con los melillenses unidos”, remató su discurso el presidente.

A continuación, un trío de mujeres dio un concierto cantando a capella canciones típicas y, cuando el acto hubo terminado, los asistentes en el hotel Tryp Melilla Puerto pudieron disfrutar de una degustación de diversos platos sefardíes.

Entre los asistentes al acto, además de los diversos miembros del Gobierno, estaban Gloria Rojas y Rafael Robles por el PSOE, José Miguel Tasende y Sendy Nanwani por Vox, Emilio Guerra por Coalición por Melilla (CpM) y Amin Azmani por Somos Melilla. Además, se pudo ver a personas conocidas en la ciudad, como su cronista oficial, Antonio Bravo, o el juez decano, Fernando Germán Portillo.

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