Editorial

Un año y nada cambia

Se cumple hoy, 7 de abril, el primer año desde que el presidente Pedro Sánchez viajó a Marruecos para reunirse con el rey Mohamed VI y tratar de reconducir las malas relaciones bilaterales entre los dos países. Ese encuentro, en cualquier caso, solo puedo producirse después de que el mandatario español reconociera en una carta al monarca alauita la marroquinidad del Sáhara mediante su apoyo al plan de autonomía que defienden las autoridades del vecino país.

Pedro Sánchez fue recibido en Rabat con todos los parabienes. No solo se entrevistaría directamente con el rey sino que incluso Mohamed VI lo invitaba a interrumpir el ayuno con él, una deferencia importante para el representante español con el que Marruecos pactó una declaración conjunta que incluía, entre otros asuntos, la apertura de las dos aduanas comerciales con Melilla y Ceuta, la renuncia a una política unilateral o de hechos consumados, y el respeto a la soberanía de ambas partes, además de la actualización del Tratado de Buena Vecindad del año 1991.

Un año después, el balance no puede ser más desolador para melillenses y ceutíes. Lo único que se ha conseguido es que abriera la frontera el 17 de mayo con restricciones como la obligación del sellado de pasaportes o la prohibición de pasar al otro lado ni un Danone. Es decir, abre la frontera pero se impide el régimen de viajeros que España sí asume y pone en práctica permitiendo la entrada de hasta 10 kilos de mercancías.

De la aduana comercial qué se puede decir. Se suponía que se reabriría en enero pasado, según compromiso adquirido por el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, y en abril apenas si se ha hecho una ‘experiencia piloto’ y una ‘expedición comercial’, que es tanto como decir que no ha habido nada: avance cero. Tan es así, que la Confederación de Empresarios (CEME) ha roto relaciones con la delegación del Gobierno. La patronal se siente engañada y no se le puede culpar por ello.

Marruecos sigue en sus treces de estrangular económicamente a las dos ciudades y, además, continúa sin respetar la soberanía de ambas cuando en documentos oficiales ante la ONU calificó a Melilla como “presidio ocupado” o se hacen declaraciones negando la españolidad de esta tierra.

No hay que olvidar su nueva política fronteriza. No pide sellado de pasaporte a sus nacionales pero sí a los melillenses con DNI en un intento de dejar claro que Melilla forma parte de su territorio y, en consecuencia, no se necesita estampar sello alguno en un pasaporte.

La consecuencia más visible de aquella declaración conjunta con los marroquíes fue la celebración de una Reunión de Alto Nivel (RAN) que no se producía desde 2015. Y tampoco se puede decir que la cumbre bilateral trajera nada positivo a Melilla.

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