LA espera se ha hecho eterna para los usuarios de la sanidad pública en nuestra ciudad. Y aún nadie puede garantizar que no tengamos que aguardar algunos meses más hasta que volvamos a ver a los obreros trabajando en la construcción del Hospital Universitario. El Ingesa confía en marcar la fecha para su inauguración en alguna hoja del calendario de 2016, pero para ello debería acertar de lleno el delegado del Gobierno cuando dice que los trabajos se retomarán en breve tras la sentencia que pone paz entre el Ministerio y la constructora.
El proyecto se ha cruzado con toda clase de impedimentos. En primer lugar fue diseñado en un momento de prosperidad económica y durante su ejecución se ha visto envuelto en una importante crisis financiera que en algunos momentos incluso ha hecho tambalearse al país. Además es una obra concebida e iniciada por un Ejecutivo de un color político que debe culminar un Gobierno del color opuesto. En mitad de la construcción, se ha llevado a cabo un modificado tramitado con precipitación por un equipo ministerial que se iba y sin acuerdo ni coordinación con el que llegaba. Se ha recortado el presupuesto a la empresa adjudicataria y, lógicamente, ésta se ha visto obligada a defender sus intereses en los tribunales, con lo que implica poner un asunto en manos de un juez en este país de juzgados sin medios y siempre al borde del bloqueo por las causas pendientes.
Así llegamos a la situación que nos encontramos en Melilla, con una importante necesidad de infraestructuras sanitarias y el esqueleto de un moderno hospital esperando a que su construcción se complete. Dieciséis meses de paciente contemplación y los que aún quedan hasta que la atención médica en el Hospital Universitario sea rutina en la vida de cualquier melillense.
Nuestra ciudad necesita que el ruido de las máquinas vuelva a resonar en ese armazón de hormigón para hacer desaparecer esa sensación de abandono que nos invade cada vez que contemplamos esa obra a medio terminar. Nos hace falta ver cómo Melilla se despereza y empieza a dejar atrás la crisis. Debemos volver a contemplar otra vez a obreros trabajando en ese proyecto, decenas de profesionales contratados sin necesidad de los artificiales planes de empleo. Hace falta que el dinero comience a circular en nuestra ciudad para reactivar la economía...
El Hospital Universitario, como cualquier infraestructura de este tipo, tiene un evidente objetivo: favorecer la salud de los ciudadanos a los que presta atención. En nuestro caso, también es un importante revulsivo para la salud económica de Melilla. Para ambos propósitos, el tiempo de espera debería de haber llegado ya a su fin.