La huelga de los médicos melillenses ha cumplido en estos días un año y ya se puede afirmar que no ha servido para nada. El Ingesa sigue sin negociar con los facultativos la situación que atraviesan en la ciudad, la sanidad pública cada vez está peor y el gran problema es que no hay visos de que vaya a mejorar ni a corto ni a medio plazo. Es decir, los ciudadanos seguimos condenados a tener el peor sistema de España, junto a Ceuta, e incluso del conjunto de la Unión Europea. Y eso que es el Ministerio de Sanidad el que tiene directamente la responsabilidad de la gestión.
Lo lógico sería pensar que si son las propias autoridades ministeriales las únicas que son competentes en la sanidad de Melilla, el sistema tendría que ir como la seda y ser un ejemplo para el resto del país. A este Gobierno de España se le llena la boca cuando habla de sanidad pública pero la realidad es que su gestión es lo que hay en Melilla: médicos en huelga porque se sienten maltratados, listas de espera kilométricas para que te den cita siquiera con un especialista, otro tanto para que te vea y más de un año si debes operarte. Eso es lo que tenemos los melillenses en el desgraciado caso de padecer una enfermedad.
La ministra Mónica García parecía ser un soplo de aire fresco en esto de la sanidad para Melilla, pero todo se ha quedado en un bluf. A estas alturas, ni se ha reunido con los médicos, ni ha puesto soluciones sobre la mesa, ni ha venido por aquí para conocer de primera mano cómo están las cosas, ni hay fecha para la apertura del nuevo hospital universitario, ni nada de nada. Es decir, seguimos tal como quedó la cosa cuando se fue Miñones del Ministerio.
La sanidad se ha convertido ya en uno de los principales problemas de la ciudad y nadie hace nada para que esto mejore. La única propuesta que se ha escuchado es la que realizó el presidente, Juan José Imbroda, en el sentido de que se haga una encomienda de gestión que permita al Gobierno local hacerse cargo de este asunto. La iniciativa tiene su lógica: Madrid está lejos, las autoridades ministeriales no tienen ni idea de la realidad sanitaria melillense y al estar tan apartadas no sienten la presión de unos ciudadanos que sufren una situación tercermundista.
En cambio, si el Gobierno autonómico tuviera esa encomienda de gestión, todo sería de otro modo. "Nos pondrían la cara colorada", decía hace unas semanas Juan José Imbroda cuando anunciaba su propuesta. Y eso es una gran verdad. Si el responsable de la sanidad fuera él, todas las iras irían dirigidas hacia su persona y hacia su partido, con lo cual los ciudadanos sabrían contra quien dirigirse. En la situación actual, todo queda envuelto en un limbo donde se difuminan las responsabilidades.
La salud es una de las cuestiones más importantes y más sensibles que tenemos los ciudadanos que, por otro lado, pagamos rigurosamente el coste que implica su mantenimiento a través de nuestros impuestos. ¿Para cuándo soluciones? ¿Para cuándo acabar con esta angustia de pensar que si te pones enfermo el sistema no te atenderá debidamente? ¿Qué se le puede explicar a quien lleva un año esperando una simple operación de vesícula y cada día se siente peor? Poca, por no decir inexistente, la empatía del Ministerio de Sanidad por muy lejos que le quedemos a este lado del Mediterráneo.
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