QUIEN estuvo alguna vez en Melilla, quien aprendió a amar esta tierra, quien creció rodeado de edificios modernistas, quien conserva en su memoria El Pueblo,...
...quien lleva en su retina la silueta de nuestra ciudad desde la cubierta de un barco perdiéndose en el horizonte... Muchos de ellos estarían dispuestos a regresar y reencontrarse con sus recuerdos. Los últimos en hacerlo han sido un grupo formado por una veintena de ex alumnos de La Salle. Están en nuestra ciudad reviviendo historias de su infancia, aventuras de juventud... Han venido a Melilla a echar la vista atrás durante unos días. Algunos han llegado con sus esposas. Pertenecen a la promoción del 64-65. Y su visita ha coincidido con la celebración de los tradicionales ‘juegos de la amistad’ entre azules y amarillos.
Son un ejemplo del potencial turístico de nuestra ciudad. Al igual que ellos hubo otros muchos ciudadanos que por distintas circunstancias vivieron episodios de su existencia en Melilla. Algunos se enamoraron de nuestra tierra y no dudarían en volver a visitarla si alguien les ofreciera la oportunidad. Quizá no todos disfruten de una situación económica desahogada, puede que a unos les asusten los preparativos del viaje, tal vez otros teman no reconocer la ciudad y no encontrar a alguien que les haga de guía, es posible que varios no sepan cómo contactar con viejas amistades... Pero sí es seguro que muchos estarían dispuestos a venir si, por ejemplo, las viceconsejerías de Turismo y del Mayor pusieran manos a la obra para contactar con estos potenciales visitantes con el objetivo de facilitarles ese reencuentro con sus recuerdos. En este campo, nuestra ciudad no tiene absolutamente nada que envidiar a otras del litoral mediterráneo peninsular que se disputan cada año los clientes del Programa de Turismo Social para Mayores del Imserso. Sabemos qué buscan nuestros mayores cuando participan en los viajes que se programan a distintos destinos de la península. Por lo tanto, conocemos perfectamente qué tenemos que ofrecer a nuestros ‘turistas melillenses’; además podemos imaginar qué vienen buscando en nuestra ciudad y sabemos cómo ofrecérselo.
Tal vez así consigamos evitar que el Instituto Nacional de Estadística deje de confundir en su Encuesta de Ocupación Hotelera turistas con agentes de élite de la Policía Nacional o de la Guardia Civil. Es cierto que también estos peculiares visitantes influyen a la hora de hacer números y cerrar la cuenta de resultados, especialmente de los establecimientos hoteleros, pero no se los puede considerar turistas al uso. No incentivan el desarrollo económico de nuestra ciudad como destino de ocio, cultura y tiempo libre. Están aquí para trabajar, para frenar la inmigración ilegal y, por lo tanto, lo deseable sería que se marcharan cuanto antes y no volvieran más porque eso significaría que se ha puesto remedio definitivo a un grave problema. El objetivo debería ser que, al igual que todos los que alguna vez estuvieron en nuestra ciudad, si un día vuelven, sea de modo voluntario para disfrutar de Melilla como destino turístico o para reencontrarse con sus recuerdos.