“Esto no es vida”. Para M’Hamdi Bacem, un tunecino de 22 años que llegó en mayo a Melilla, la situación de espera a la que se enfrenta desde entonces es “un infierno”, varado en nuestra ciudad sin poder partir hacia la península. Se queja de que, al igual que otras 120 personas que habitan en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) procedentes también de su país, no pueden solicitar asilo porque no vienen de zonas en guerra y se sienten abandonados.
Hace un par de semanas, llevaron a cabo una protesta durante un día en el propio centro durmiendo en el exterior y permaneciendo sin comer. El joven señala a El Faro que a ellos no se les tiene en cuenta si se les compara con los inmigrantes que proceden de otros países que están en conflicto. “Me siento bloqueado aquí. No quiero volver a Túnez pero no puedo partir hacia Málaga”, asegura.
Detalla que, si en una semana no tienen noticias y no hay ninguna salida nueva de tunecinos, van a iniciar protestas en el centro de la ciudad para reclamar una solución. “La respuesta es siempre la misma. El CETI nos dice que es la Policía Nacional quien tiene que autorizar la salida y la Policía, que es el centro”, apunta M’Hamdi Bacem.
Por su parte, fuentes próximas al CETI afirman que cualquier persona puede iniciar el procedimiento de solicitud de asilo, independientemente del lugar de procedencia. No obstante, concretan que no es el centro quien autoriza las salidas y es la Policía Nacional quien tiene esa responsabilidad.
Añaden que en los últimos cuatro o cinco meses se ha producido una gran entrada de tunecinos en el CETI, que han pasado de no ser más de una decena a sobrepasar el centenar, por lo que hay más solicitudes que estudiar. Puntualizan que quizás la Policía también esté intentando averiguar qué se esconde detrás de este aumento de llegadas.
Sin embargo, M’Hamdi Bacem reclama una solución cuanto antes. En realidad, su paso por nuestro país es meramente circunstancial. Porque su deseo final es llegar hasta la ciudad francesa de Toulouse para reunirse con su mujer, que ha dado a luz hace apenas unos días.
Salió de Túnez con la intención de poder estar con ella cuando naciera su hijo. Pero no le ha sido posible. Además, se suma el inconveniente de que no está casado legalmente con su mujer dado que intentaron hacerlo en la Embajada de Francia en Túnez pero no pudieron porque, según apunta, se consideró que su matrimonio podía ser de conveniencia y se les negó la solicitud.
Su pareja, de origen francés, volvió a su país y el joven decidió partir de Túnez para encontrarse con ella. Fue hasta la ciudad marroquí de Casablanca en avión y el trayecto hasta Nador lo hizo en autobús. Allí permaneció una semana hasta que encontró a un hombre que, previo pago de 650 euros, le ayudó a cruzar la frontera consiguiéndole un pasaporte, con el que accedió sin problemas. “Hay un tráfico de papeles”, reconoce.
Desde entonces, reside en el CETI, y lleva una existencia que asegura que no es vida. También relata que la situación en Túnez es complicada. “No hay derechos, ni libertades, ni trabajo. Se vende en la televisión como el paraíso pero no es verdad”, asegura con resignación el joven, que detalla que tiene estudios en Electricidad.
“Pero al final, después de tres años de formación, el único trabajo que encuentras es como vendedor de fruta o algo parecido”, indica. “Llegué hace cinco meses y dos semanas a Melilla y no he tenido más noticias sobre mi situación. Necesito saber cuándo voy a salir. Simplemente eso. Incluso si es después de tres, cuatro o cinco meses... no hay problema. Espero. Pero solo quiero saber cuándo voy a poder salir”, lamenta.
Lo mismo cuenta uno de sus compañeros en el CETI, Sabeur Ghoummouri, un tunecino de 23 años que lleva cuatro meses y medio en nuestra ciudad. “En Túnez no hay trabajo, no hay dinero. No hay nada”, asegura. Concreta que tiene estudios de Carpintería pero que su tierra no le da ninguna perspectiva de futuro. Además, prácticamente toda su familia ha salido de su país, por lo que él decidió partir también.
Su caso es similar al de M’Hamdi Bacem. Accedió a Melilla cruzando la frontera gracias a que consiguió un pasaporte marroquí falso por el que pagó 800 euros. Su objetivo es partir hacia Málaga para luego llegar hasta Toulouse y reencontrarse con varios miembros de su familia que están allí. “Es terrible la situación aquí, sin saber cuándo vamos a poder salir”, añade.
De la misma opinión son varios tunecinos que charlan con El Faro y afirman que solo a uno de ellos le ha sido aprobada últimamente la solicitud de asilo. Pero su problema es que durante los seis meses primeros, no tiene permiso para trabajar por lo que también se encuentra en una situación con difícil salida porque tampoco puede abandonar el CETI.
Otro de ellos, Mohamed Ghobhbani Salah, también se queja del largo tiempo que tienen que aguantar en el CETI para poder salir hacia la península. “Es extraña la situación. ¿Por qué nosotros no podemos partir? Nosotros también somos de África”, se pregunta, al tiempo que añade que las personas procedentes de Argelia, Marruecos, Egipto o Siria no tienen tantos problemas como ellos.
Asegura que son personas tranquilas y respetuosas y que se han adaptado a las normas del centro. Vinieron en busca de una vida mejor pero afirma que no la han encontrado: “Estamos sin ropa, sin dinero, sin nada”. En su país, también dicen que hay poco de la llamada Primavera Árabe.
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