No tenía que trabajar y, como era sábado, se vistió para salir a Marruecos y visitar a su familia. Sin embargo, cuando llegó a Farhana y vio la enorme cola de coches que había para salir de Melilla se dio cuenta de que no iba a ser asunto sencillo comer con sus familiares. Mohamed, nombre ficticio, llamó ayer sobre las 16:00 horas a El Faro para mostrar su indignación por la situación que estaba viviendo. El paso fronterizo estaba cerrado y había decenas de personas atrapadas sin poder salir de la ciudad, entre ellas, una mujer que venía de someterse a diálisis y que estaba en silla de ruedas, personas diabéticas que empezaban a encontrarse mal y niños que no aguantaban más estar en los coches.
Mohamed comentó que le llamó la atención el caso de una mujer mayor. No sabe si es de Melilla o de Marruecos, pero estaba acompañada de su hija e iba en silla de ruedas porque no se encontraba bien. Se había sometido esa misma mañana a un tratamiento de diálisis y quería ir con sus familiares que viven al otro lado de la frontera.
Este melillense se cansó de esperar a las 16:00 horas. “Llevo tres horas de cola para volver a casa. No sé quién será el responsable pero nadie se hace cargo de esta situación”, lamentó. La enferma y su hija continuaban en la cola esperando a entrar en Marruecos cuando Mohamed se marchó.
Subrayó que los ciudadanos nunca saben quién tiene la culpa de los cierres, si España o Marruecos. Aunque añadió que da igual porque los que salen perjudicados son los ciudadanos de ambos lados de la frontera al verse interrumpida su rutina y su vida.
Mohamed resaltó que, con independencia de quién tenga la culpa de los cierres, lo cierto es que no ve que nadie asuma esa responsabilidad y haga algo por evitarlos.
Comentó que no lograba entender por qué un día que no hay contrabando en la frontera, cientos de personas estaban atrapadas sin poder pasar de un país a otro. Aseveró que en los vehículos que esperaban la cola en Farhana había decenas de niños y personas mayores, así como diabéticos que veían cómo pasaba el tiempo y les llegaba la hora de comer algo en mitad de un camino.
Se preguntó cómo va a sobrevivir así el comercio de la ciudad cuando ni un sábado por la mañana pueden entrar los vecinos de Melilla, la gente de siempre, a hacer sus compras. “Esta situación ya no es pasajera y hay que ponerle remedio”, añadió.
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