EN los últimos cinco meses la Policía Nacional de Melilla ha encontrado en la ciudad tres bebés abandonados, uno de ellos, muerto. El último caso lo vivimos ayer cuando personal sanitario del Comarcal halló una criatura de apenas un día, llorando en los contenedores de basura que están junto a la puerta de Urgencias del hospital. Los otros dos casos se remontan, uno a la pasada Nochebuena, cuando una niña recién nacida murió presuntamente abandonada por su madre en una casa de la calle Álvaro de Bazán y el otro, el pasado mes de abril cuando dos vecinas de los pabellones militares de Alfonso XIII encontraron a un niño envuelto en una manta y un biberón a mano. Llevaba apenas seis días en este mundo y ya le habían dado la espalda. Ni de lejos es normal que una ciudad registre tres casos de bebés abandonados en tan poco tiempo. Entendemos que la crisis aprieta, pero también entendemos que es dura para todos. De ésta no se ha escapado nadie. Por eso la situación económica no es motivo suficiente para entender que una madre abandone a su hijo y menos en un contenedor de basura. Habría que explicar a quien necesite la explicación, que existen cauces legales para entregar un niño no deseado. En Melilla tenemos medio centenar de padres adoptivos que están a la espera, desde hace años, para llevarse un niño a casa. Cualquiera de esas familias, sin duda, dará una vida mejor a esa pequeña que ayer fue hallada en medio de la basura, como si su vida no valiera nada. Se hace cuesta arriba creer que la madre haya dado a luz en el hospital y que de camino a casa, dejara a la nena en un contenedor, llorando por la mala vida, que desde el principio, le ha tocado vivir. Los Servicios Sociales no se pueden encargar de todo ni de todos a toda hora, pero algo habrá que hacer porque ni de lejos es normal lo que está pasando en Melilla. En esto los padres tienen mucho que decir.