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Tras un largo y peligroso camino, en el CETI solo cabe esperar a la burocracia

En España existen dos CETI, uno en Ceuta y otro en Melilla. La gran parte de las personas que viven ahí, quieren partir hacia la península lo antes posible, y de ahí reunirse con su familia si la tienen, ya sea en España o en otros países europeos, o simplemente empezar una nueva vida lejos de lo que ya conocen.

En el CETI de Melilla conviven unas 1.300 personas de nacionalidades y lugares tan dispares como Yemen o Camerún. Tienen que convivir día a día y no siempre es fácil. Muchos residentes denuncian la cantidad de robos que hay. “Como no se tenemos nada aquí, lo roban todo”, explicó una de las personas afectadas. Desde el CETI comentan que “muchos nos piden que echemos a los ladrones” porque no pueden soportar la situación.

Burocracia

Armand, entrevistado anteriormente por El Faro, mostró los nuevos documentos que le habían dado desde la Policía. Él saltó la valla de Melilla el pasado 19 de septiembre. Al día siguiente le mandaron una orden de expulsión; pero pidió asilo, ya que todas las personas que llegan al CETI tienen a una persona que les gestiona este tipo de trámites. El nuevo documento le garantiza que no será expulsado, sin embargo, aún tiene que pasar a ser solicitante de asilo y que cuando se resuelva esta, se le dé el estatus de refugiado, lo que puede tardar un año.

Mientras podrá aprender español en los cursos del CETI, hacer cursillos y armarse de paciencia hasta que pueda irse a la península. Y esta es la situación de la mayoría de los inmigrantes que residen en el centro.

Dos caminos distintos

La mayoría de los residentes del CETI vienen de países vecinos como Marruecos, Argelia o Túnez. También llegan desde Oriente Medio, donde hay heridas abiertas que hacen huir a sus ciudadanos, como la guerra de Yemen. Los más lejanos son de Bangladesh y volviendo al continente africano, hay numerosos subsaharianos que llegan a Melilla escapando de una zona que vive en un conflicto continuo.

Los caminos que han seguido son muy distintos y todo depende del ambiente familiar del que vengan y sus países. Muchos marroquíes pueden cruzar la frontera sin problemas, pero los subsaharianos pueden pasar meses escondidos en los bosques cercanos esperando a cruzar. La ruta a las islas Chafarinas se ha convertido en una opción para

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